miércoles, 9 de noviembre de 2011

Turistas, cooperantes y secuestros tras la incursión del ejército de Kenia en Somalia

Según veíamos que desde que se independizara de Gran Bretaña en 1963, Kenia supo mantenerse al margen de los sucesivos conflictos armados que asolaron a sus vecinos en África Oriental.
Soldado ugandés en Mogadiscio. Sept 2011. HERNÁN ZIN
Característica esta que quizás responda a lo difícil, traumático y sangriento que resultó alcanzar justamente aquella independencia, pues a la insurrección protagonizada por los mau mau – la milicia kikuyu liderada por Dedan Kimathi, que moriría ejecutado en 1957 – los colonizadores respondieron con una brutal represión. Más de cien mil kenianos terminaron en campos de concentración, como bien describe Caroline Elkins en The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya, libro por el que ganaría el Pulitzer en 2006.
Sin embargo, la distancia que desde 1963 Kenia mantenía de las trifulcas regionales se rompió hace apenas unas semanas, cuando el Ejecutivo de Mwai Kibaki y Rial Odinga decidió que pondría en marcha el plan que llevaba tiempo gestando: invadir Somalia para perseguir y acorralar a Al Shabab, la milicia islamista vinculada a Al Qaeda y que domina buena parte del centro y sur del país
Los antecedentes
¿Qué fue lo que provocó esta intervención que termina con décadas de aislamiento bélico de Kenia? ¿Qué llevó a los gobernantes kenianos a enviar a 1.600 soldados a combatir al país más peligroso del planeta, ausente de Estado y sumido en una guerra fratricida desde hace veinte años?
En primer lugar, la sucesión de secuestros que grupos armados somalíes han venido realizando en territorio keniano en los últimos meses:
. En septiembre, una pareja de turistas británicos de mediana edad fue secuestrada de un resort vacacional del norte de Lamu. A David Tebbut, el marido, lo mataron de un disparo. Judith, su mujer, pasó de mano en mano, como es habitual en estos casos. Se cree que está en poder de piratas en Puntland.
. El 1 de octubre, hombres armados privaron de libertad a Marie Dedieu, una ciudadana francesa que vivía en Lamu. Según las autoridades francesas, Marie Dedie, que sufría una discapacidad motriz, murió en cautiverio.
. El 13 de octubre, dos cooperantes españolas fueron secuestradas del campo de refugiados de Dadaab.
Fue a raíz de esta última acción contra Médicos Sin Fronteras (organización que ya perdió a varios trabajadores en la propia Somalia), que el Gobierno keniano decidió mandar al ejército a la frontera, al tiempo en que lanzaba ataques aéreos contra las posiciones de los islamistas en el sur de Somalia.
Las razones
En este blog seguimos desde la misma Kenia las matanzas tribales que conmocionaron al país tras las elecciones presidenciales de 2007. Como ya escribí en estas páginas, el vuelo que nos llevó de Londres a Nairobi estaba vacío, pues pocos extranjeros se animaban a viajar ante las brutales imágenes que repetían las televisiones de todo el mundo.
Tras aquellos lóbregos dos meses, Kenia tuvo que hacer un gran esfuerzo para recuperar el turismo, que es su principal fuente de divisas extranjeras. Recién en 2010 superó nuevamente la cifra de un millón de visitantes anuales, que era la constante antes de 2007.
Los secuestros por parte de comandos somalíes de europeos en zonas turísticas en los últimos dos meses amenazaban directamente estos logros, proyectando a los potenciales turistas una imagen negativa del país.
Otra razón de peso es la sobrepoblación de los campos de refugiados de Dadaab. Más de 450 mil personas se hacinan en la frontera. ¿Cuánta gente más pueden absorber como consecuencia de la hambruna sin que esto afecte su equilibrio interno?
(En la próxima entrada las consecuencias y los potenciales escenarios que pueden salir de este inesperado movimiento en el tablero del Cuerno de África).

Sorpresa y preocupación ante la incursión armada de Kenia en Somalia

03 noviembre 2011
Desde su independencia de Gran Bretaña en 1963, Kenia supo mantenerse al margen de los conflictos que asolaron a sus vecinos en el este de África.
Tanque de la Unión Africana destruido en emboscada por islamistas de Al Shabab en Mogadiscio, Somalia. Sep 2011. (HERNÁN ZIN)
Etiopía sufrió la invasión de Somalia en 1977. El dictador Siad Barre mandó a sus tropas al territorio de Ogaden, pues lo consideraba parte integral de la Gran Somalia. Comenzaba así una guerra que terminaría en 1978 con la retirada de los somalíes.
En 1982, Etiopía devolvería el favor e invadiría Somalia. Incursión militar que la administración de Addis Abeba repitió en diciembre de 2006 alentada por los EEUU. Sus efectivos saldrían del país en febrero de 2009.
Al mismo tiempo que intercambiaba gracias con Somalia, Etiopía padecía los intentos secesionistas de los eritreos.
Treinta años de conflictos internos que culminaron con la independencia de Eritrea en 1993, que es hoy el Estado más hermético y totalitario del continente. Entre 1998 y 2000, ambos países se enfrentaron como consecuencia de disputas por la demarcación de las fronteras. Murieron 70 mil personas.
La gran guerra africana
Otro de los países colindantes con Kenia, Uganda, le declaró la guerra a Tanzania en 1978. El brutal Idi Amin no dudó en invadir a su vecino en la persecución de sus opositores políticos.
La ciudad de Mwanza, en la que estuvimos en este blog en el mes de mayo, fue testigo de aquella invasión que provocó la respuesta del presidente Julius Nyerere: una fuerza de más de 40 mil hombres que terminarían por derrotar a Idi Amín (que contaba con tropas y tanques que le había enviado Muamar Gadafi). El conflicto llegaría a su fin en 1979.
Uganda padecería a continuación, entre 1981 y 1986, la insurrección que echaría a Milton Obote y colocaría a Yoweri Museveni en el poder. Y luego el flagelo fratricida de Joseph Kony y el LRA, que duraría más de 20 años, provocaría 120 mil muertos y dos millones de desplazados internos.
Entre 1998 y 2003, Uganda sería uno de los tantos estados que participaría de la que fuera conocida como la Gran Guerra Africana: el segundo enfrentamiento armado en la República Democrática del Congo tras la salida de Mobutu Sese Seko del poder. Cinco millones de personas perderían la vida. Al igual que Ruanda, Kampala se beneficiaría enormemente del expolio de los recursos minerales congoleños.
Desde que comenzara a funcionar en 2007 la Misión de la Unión Africana para Somalia (AMISOM), Uganda ha sido su principal proovedor de soldados. La respuesta de los islamistas de Al Shabab llegó en 2010 con un atentado en Kampala durante el Mundial de Fútbol que dejó más de 70 muertos.
El sur de Sudán, animista y cristiano, se embarcó en dos largas confrontaciones con el norte árabe y musulmán en busca de la escisión política que recién consiguió en enero de este año. En 2003, Jartum tuvo que hacer frente a otra rebelión, la que se inició en Darfur, con millones de refugiados y muertos como saldo. Y ahora, la tensión está en la zona de Kordofan del Sur, donde los combates apenas encuentran eco en la prensa internacional.
Dejar de ser la excepción
Inclusive durante la guerra fría, Kenia logró mantenerse al margen de la esfera de los dos grandes bloques, evitando así el arribo masivo de armas como sucedió con muchos de sus vecinos en el cuerno de África.
Fue por este motivo que las luchas tribales de 2008, que cubrimos en este blog desde la misma Kenia, tuvieron un efecto limitado, pues la violencia se ejercía a punta de machete y con arco y flecha en lugar de con AK 47 y ametralladora de 30 mm.
Sin embargo, esta capacidad para eludir la guerra que no han tenido sus vecinos de la East African Community y del Cuerno de África, parece haber llegado a su fin en los últimos días con la incursión armada del ejército keniano en territorio somalí.
El detonante aparente fue el secuestro de las cooperantes españolas de MSF en Dadaab, pero las causas y razones son mucho más profundas y se vienen gestando desde hace meses.
Las explicaremos en la próxima entrada de este blog al tiempo en que intentaremos responder a las preguntas que no pocos se hacen ahora: ¿qué consecuencias tendrá para la propia Kenia y para la región esta intervención directa de Nairobi en Somalia? ¿Tiene el país los recursos y la voluntad política para hacer frente a estas consecuencias?

Mogadiscio en vuestras pantallas

29 octubre 2011
Ya está colgado el trailer del reportaje en el que trabajé a las órdenes de Jon Sistiaga en Mogadiscio, Somalia, y cuyo progreso fui narrando en las páginas de este blog.
Ya está en línea el breve vídeo que montamos en el hotel de Nairobi, mientras aguardábamos el vuelo de regreso a Madrid, con la ventaja de tener aún muy presentes las historias e imágenes que habíamos registrado, y con el cansancio acumulado a lo largo de semanas de poco sueño y la obligación de editar en un equipo portátil como contra.
Y ya tiene fecha de emisión en Canal Plus el reportaje completo: será el 17 de noviembre.
Si algo se puede destacar a priori es que se trata del primer reportaje en años que se sumerge en la vida “cotidiana” de la que es considera la ciudad más peligrosa del mundo.
Si tomamos en cuenta la factura del anterior reportaje en el que trabajé junto a Sistiaga – “Blancos de la ira”, sobre las matanzas de albinos en Tanzania, que podéis ver aquí – también podemos esperar cierta innovación y riesgo en el plano formal, en parte gracias a la labor creativa de La Caña Brothers.
Más aún porque en este reportaje me animé hacer un empleo mayor de la Canon Mark II – aunque la locura de Mogadiscio, con el polvo, el chaleco antibalas y las prisas, no es el mejor lugar para pelearse con su complicado foco – en detrimento de la Panasonic P2, quizás un 35-40% del material, y Jon llevaba a todas horas una Go Pro HD.
A modo de aperitivo, la semana que viene, reportaje en el EPS.

Una voz y varias miradas sobre el periodismo en conflictos armados

27 octubre 2011
Todo empezó en 2009, cuando al magnífico cámara y reportero Roberto Fraile, que ha trabajado en Irak, Afganistán, Sudán y Libia, se le ocurrió una idea para un reportaje de televisión: contar cómo es el día a día de los periodistas que empleamos blogs desde zonas en conflicto. Cómo ha transformado esta herramienta nuestra labor.
Coloquio tras la presentación del documental "Los ojos de la guerra" en la Seminci de Valladolid. Al frente, Roberto Lozano, su director, y, de izquierda a derecha: Roberto Fraile, director de fotografía, David Beriain, Sergio Caro, protagonistas, y Antonio Gómez, responsable del montaje.
Compartió esta idea con Roberto Lozano, director y productor, y juntos nos convocaron a David Beriain, Mikel Ayestaran y un servidor a Salamanca para ofrecernos ser sus protagonistas.
Como marco del encuentro se encontraba aquellos días en la ciudad la exposición de grabados de Francisco de Goya sobre la guerra, quien es, según Arturo Pérez Reverte, el mejor narrador de conflictos de todos los tiempos por su honestidad y contundencia.
Quizás fuera la presencia de aquellos grabados pero Roberto Lozano nos propuso formar parte de algo más ambicioso aún: un documental sobre reporteros de guerra.
Sabedor de lo difícil que es pedir al otro que confíe en ti para contar tu historia (pues es algo que he pedido y pido decenas de veces al año), no pude decir más que sí. Y otro tanto mis compañeros. Luego se sumarían a la aventura Sergio Caro y Gervasio Sánchez.
Junto Roberto Lozano, y a otros dos queridos y admirados compañeros, Sergio Caro y David Beriain, entrevista para RNE sobre el estreno de "Los ojos de la guerra"
Dos años más tarde, el documental es una realidad: se llama “Los ojos de la guerra” y se estrenó el pasado domingo en el Festival de Cine de Valladolid, la famosa Seminci. La dirección y producción están a cargo de Roberto Lozano, la dirección de fotografía de Roberto Fraile, el montaje de Antonio Gómez y la música Sergio de la Puente.
Debo confesar que me sorprendió gratamente y superó con creces mis expectativas. Una factura visual impecable. Un ritmo narrativo contenido, marcado por significativos y bien dosificados silencios. Una música siempre en su sitio, sin excesos ni déficits. Más allá del etalonaje, que podría haber tenido más protagonismo en lugar de haber sido tan conservador, Roberto Lozano, como director, demuestra que sabe llevar las riendas de su oficio.
Una forma narrativa que, afortunadamente, se refleja en el contenido, que está en sintonía con lo contado. No se sobrepasan fronteras emocionales innecesarias ni quedan cuestiones sin abordar.
También en este sentido, una narración madura, centrada y equilibrada, que es la mejor manera que tiene un director de rendir homenaje a aquellos cuyas historias aborda: dejar que se cuenten solas (o que parezca que se cuentan solas), con sus contradicciones, perplejidades y desafíos, que es lo que los espectadores van a encontrar en “Los ojos de la guerra”.

Estreno en la Seminci del documental “Los ojos de la guerra”

22 octubre 2011
Mañana se estrena en la 56 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, la famosa Seminci, el documental “Los ojos de la guerra”.
Con Roberto Lozano en el aeropuerto Jomo Kenyatta de Nairobi, rumbo a Ruanda, durante el rodaje de "Los ojos de la guerra". Agosto 2009.
Dirigido por Roberto Lozano, este largo de no ficción narra el día a día de varios reporteros en conflictos armados: Mikel Ayestaran, Gervasio Sánchez, David Beriain, Sergio Caro y quien escribe estas palabras. Al frente de la dirección de fotografía, otro buen y talentoso amigo: Roberto Fraile.
A modo de contexto, de marco de las historias, el documental presenta entrevistas con destacados periodistas españoles como Arturo Pérez-Reverte, Rosa María Calaf, Ramón Lobo, Maite Carrasco, Javier Balauz, Alfonso Rojo y Olga Rodríguez. Pretende ser también, de este modo, una suerte de reflexión coral sobre la guerra y sobre el trabajo de contarla.
Asia, África y Europa
Con respecto a los escenarios bélicos, “Los ojos de la guerra” nos lleva a Afganistán de la mano de Sergio Caro y David Beriain, a Irak con Mikel Ayestaran, a Bosnia Herzegovina con Gervasio Sánchez – viaje en el que coincidimos pues se trataba nada menos que del 15 aniversario de la masacre de Srebrenica, aquí el vídeo – y en mi caso pasa por Kenia, Ruanda y la República Democrática del Congo.
La mayor parte de aquel viaje, que tuvo lugar en 2009 y al que me acompañaron Roberto Lozano y Roberto Fraile, lo centramos en la provincia congoleña de Kivu Sur.
Muchas de sus historias aparecieron en este blog: el reencuentro con víctimas de la violación como Vumilia, el seguimiento a los niños soldados que dejaban las armas, el accidentado periplo por las montañas a las minas del coltán, las entrevistas a los altos mandos del Ejército del Congo y de la misión de paz de la ONU, entonces llamadas MONUC, en ocasión del proceso de paz llamado “Kimia II”. Material que también aparece en el documental “La guerra contra las mujeres”.
El único de los protagonistas que lo ha visto hasta ahora ha sido David Beriain. Le ha gustado mucho aunque se le ha hecho extraño el cambio de roles: de narrador a narrado. Interesante reflexión. Veremos mañana. Seguramente será una experiencia enriquecedora.

El origen de las armas en Somalia

19 octubre 2011
En su extraordinario libro Me Against My Brother, Scott Peterson afirma con no poca ironía que “en Mogadiscio es más fácil comprar armas que alimentos”. La impresión que tengo al recorrer las calles la capital de Somalia es que nada ha cambiado desde que el reportero británico escribiera esas palabras hace veinte años.
Soldado ugandés de la Unión Africana en el frente norte de Mogadiscio. Septiembre 2011. (HERNÁN ZIN)
A través de las armas de los jóvenes que me acompañan por seguridad, mientras recorremos Mogadiscio a velocidad de infarto por miedo a las emboscadas y los atentados con coche bomba, vislumbro entre los edificios, en los descampados, las improvisadas tiendas de las decenas de miles de familias que han llegado hasta aquí empujadas por esta hambruna que ha matado a 30 mil niños en apenas tres meses.
¿De dónde han salido estas armas que tanto dificultan la pacificación del país? ¿Estas armas que, sumadas a la falta de Estado, la división entre clanes, las luchas entre señores de la guerra, el islamismo radical y la interferencia de las potencias foráneas, permiten que cualquier grupo de jóvenes con unos cuantos AK 47 cruce la frontera y secuestre a extranjeros, como las cooperantes de MSF, para luego venderlos a otros grupos que las volverán a vender hasta llegar a las manos de quien tenga poder y contactos para negociar con el Ejecutivo español vía Nairobi, Dubai o Londres?
Un punto de partida es sin dudas la Conferencia de Berlín (1884-85), cuando las potencias europeas se dividen entre sí a la que es conocida como la Gran Somalia. Los cinco puntas de la estrella que se encuentra en la bandera del país representan justamente estos cinco territorios. Los colonizadores crearon milicias locales en su respectivos feudos.
EEUU y la Unión Soviética
Sin embargo, el arribo masivo de armas se produjo durante la guerra fría. En un principio, el dictador Siad Barre mantuvo estrechas relaciones con la Unión Soviética. De hecho, fue el primer país de la región en firmar un acuerdo de amistad con el Kremlin. Sucedió en 1974. Los soviéticos invirtieron 270 millones de dólares en armas para Somalia, desde cazabombarderos MIG hasta fusiles AK 47, y entrenaron a su ejército de 25 mil hombres en un campo militar de Berbera.
En 1977, Siad Barre, que persigue el sueño de reunificar a la Gran Somalia y de unir a los somalíes más allá de los clanes – que dice que serán los que “llevarán al país al infierno” – detrás de un mismo ideal político, invade parte de Etiopía, la región de Ogaden, una de las puntas de la estrella. Para su desilusión, los soviéticos apoyan a Addis Abeba. Es entonces cuando Siad Barre decide cambiarse de bando y pedir ayuda a Occidente, que rápidamente se la da.
En cierta medida la jugada le sale mal a Siad Barre, pues Jimmy Carter decide apoyarlo pero el Congreso de EEUU le exige primero que se retire de Ogaden (algo que finalmente hará un año más tarde, derrotado por tropas etíopes y cubanas en la frontera). Sin embargo, a lo largo de la siguiente década, Washington dará 800 millones de dólares en ayuda militar a Somalia. Italia, la antigua metrópoli colonial, pondrá sobre la mesa más de mil millones de dólares, que más de la mitad eran destinos a armamento. En poco tiempo, el ciudadano somalí se transformó en el que más “ayuda” extranjera recibió de toda África: 80 dólares por cabeza.
Embargo y caos
La caída de Siad Barre en 1991 abre la puerta a una brutal guerra civil que llevará al Consejo de Seguridad a declarar un embargo de armas a través de la resolución 751. Embargo de armas que, como ya vimos en este blog, ha sido violado de forma sistemática por todas las partes. Tema complejo al que ya dedicaremos una entrada.
Es interesante, y extensible a otros país de la región, la reflexión que hace en su libro Scott Peterson: cuando el arma era la lanza, entonces las disputas entre clanes tenían un efecto mortífero limitado. El arribo de las armas modernas, cambia de manera drástica ese equilibrio ancestral.
“Los somalíes no estaban preparados para la dimensión del caos que los iba a afectar”, escribe en Me Against My Brother. “Un peligroso cóctel al mismo tiempo moderno y antiguo, que mezcla las demandas de venganza del pasado con la perturbadora posibilidad actual de matar sin esfuerzo a un vasto número de personas”.

De armas y escoltas en Somalia

12 octubre 2011
Así, como quien no quiere la cosa, el formulario de ingreso a Somalia te lanza esas dos últimas preguntas. Como si fuese lo más normal del mundo.
Inmerso en la muchedumbre de pasajeros que abarrota la terminal del aeropuerto Aden Adde, un poco escindido de la realidad debido al madrugón, el calor y el estrés acumulado a lo largo de los últimos días – desde que supiste a ciencia cierta que tu viaje no te conduciría a Benidorm sino Mogadiscio-, te acercas el papel a los ojos para comprobar si lo que has leído es lo que has leído.
Soldados del GFT recorren el frente norte de Mogadiscio, recientemente liberado de Al Shabab. Septiembre 2011. (HERNÁN ZIN)
Lo curioso es que el formulario arranca bien. Escudo de Somalia correctamente contrastado sobre fondo blanco. Nombre, línea de puntos. Apellido, línea de puntos. Sexo, línea de puntos. Nacionalidad. Número de pasaporte. Fecha de caducidad. Fecha de ingreso. Número de vuelo. Y en la línea final, las preguntas que te has visto obligado a releer: ¿Tipo de arma? ¿Calibre?
Si no fuera porque has estado antes en Somalia, te cuestionarías con perplejidad: ¿tanta gente lleva armas que el Gobierno ni siquiera molestan en hacer un formulario aparte para quien necesite declararlas? Pero como ya has estado aquí, tardas un tiempo pero al final comprendes que es lo más lógico, porque si algo hay que abunda en Somalia, son justamente armas.
Pueden escasear medicinas, alimentos, libros de textos, sin embargo, armas siempre hay. De todos los tamaños, calibres, colores y sabores. A tal punto que muchos estadounidenses del NRA estarían orgullosos de vivir en un lugar como Somalia. Di que es un país musulmán y, para más complicaciones, santuario de Al Qaeda, que sino habría migraciones en masa.
A la salida del aeropuerto Aden Adde – bautizado en honor al primer presidente del país, Aden Abdullah Osman Daar – nos espera nuestro guía, traductor y protector a tiempo completo: Bachir. No está sólo, lo acompañan seis jóvenes armados con fusiles AK 47, SAR 80 y ametralladoras ligeras M249, que se desplazan en la parte trasera de una pickup, a las que aquí llaman “technicals” (en una próxima entrada explicaré la razón de este sobrenombre).
Lamentablemente, en esta ciudad plagada de armas – en la que en 2001 se estimaba que había un millón de rifles de asalto para 1,5 millones de habitantes -, la única forma en la que un occidental se puede mover, ya sea periodista, diplomático o miembro de ONG, es con escolta armada. Como reportero, se trata de un incordio, de una importante limitación, pero peor sería no poder siquiera venir.
Contemplar la ciudad y sus armas desde un parapeto de armas o, como me sugirió un buen amigo a modo de segunda opción, pararnos un rato en una esquina y ver cuánto duramos. Con el empeño que uno pone en cultivar enemistades…

Su compañía de telefonía móvil le da la bienvenida a Mogadiscio

09 octubre 2011
Otra vez, al bajar del avión en Mogadiscio, un mensaje me llega al teléfono móvil: “Ku soo dhowow SOMAFONE. Please call 101 for more help”.
No contrasta tanto como la última ocasión que lo recibí – en noviembre de 2010, cuando era tal el número de atentados suicidas y ataques con mortero contra el aeropuerto de la capital, que había que avanzar rápidamente con las maletas en la mano hacia la desierta terminal -, pero igual sigue resultando curioso.
Joven armado, milicia irregular. Mercado Bakara, Mogadiscio. Sept 2011 (HERNÁN ZIN)
Tras 20 años de guerra civil, nada funciona en Somalia. El Gobierno Federal de Transición, hasta la retirada de Al Shabab del 6 de agosto, con suerte y viento a favor apenas si tenía poder sobre Villa Somalia, la residencia presidencial.
El resto del país, archipiélago de feudos en manos de los integristas o de señores de la guerra. Realidad de la que dimos cuenta el año pasado en estas páginas, tras nuestro fugaz encuentro con Sharif Ahmed, que en aquellos tiempos se veía obligado a moverse por la ciudad en los blindados de la Unión Africana.
Nada funciona en Somalia. El Estado no existe ni vela por los ciudadanos. Más de 300 mil personas han perdido la vida por la guerra desde 1991. La hambruna ha matado a más de 30 mil niños en los últimos meses. Pero de todos modos, al bajarte del avión recibes un mensaje de bienvenida de una de las tantas empresas somalíes de móviles.
¿Cómo es posible? Varias personas en Mogadiscio me dicen que hay una suerte de pacto no escrito entre insurgentes, terroristas, señores de la guerra y demás gentes de paz que pululan por estas tierras, de no tocar las antenas de la telefonía móvil. Hospitales, aeropuertos, puestos de control, edificios gubernamentales, todo es susceptible de ser destruído menos las torres de comunicación.
Antes, para hacer la guerra, bastaba con un fusil. Un Ak47, para ser más exactos. El arma que más muertes ha provocado en el siglo XX.
Al realizar un repaso por todas las entradas que en este blog hemos dedicado a la telefonía en las zonas de conflicto – en estas guerras de guerrillas, asimétricas, que son las que hoy predominan -, quizás podamos decir que en el siglo XXI, para ir a la guerra se necesita un fusil, por supuesto, y un teléfono móvil.

Ni armas ni pasaportes falsos en Bakara, el corazón comercial de Mogadiscio

02 octubre 2011
Hay lugares sobres los que uno ha leído y fantaseado en tantas ocasiones que llegan a alcanzar una dimensión casi mítica en la propia imaginación. Toman vida. Se transforman, modelan y remodelan mientras más se piensa en ellos. El momento de la verdad arriba cuando finalmente se pone los pies en alguno de estos lugares y se comprueba entonces cuán alejado está lo imaginado de lo real.
Calle principal del mercado de Bakara, Mogadiscio. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
Llevo años vislumbrando el instante en el que tendría la posibilidad de caminar por Bakara, el mayor mercado de Mogascidio. Creado en 1973 por el gobierno de Siad Barre, saltó a la fama en los años 90 por la impunidad con la se vendían lanzagranadas, morteros de 80mm o 120mm y ametralladoras .30 en sus tiendas. El supermercado que abastecía a las milicias de los señores de la guerra en su lucha fratricida. Y que, por supuesto, probaban allí mismo, disparando al aire.
Otra de las peculiaridades de Bakara era que en cuestión de horas conseguía al visitante pasaporte falso somalí, keniano o etíope, además de certificado de nacimiento o diploma universitario. Negocio conocido popularmente como cabdalle shideeye por el nombre de la primera tienda que se dedicó a brindar estos servicios.
También fue el escenario en el que desplomaron los famosos Black Hawk en 1993. Enfrentamiento que terminaría con la vida de 18 militares de EEUU – el sargento Cleveland sería arrastrado por una furiosa turba por las calles de Bakara, como dejó constancia el fotógrafo Paul Watson – y más de mil somalíes.
Desde la retirada de las tropas etíopes en 2009, este mercado pasó a convertirse en el bastión de Al Shabab. Territorio vedado para las tropas del Gobierno de Transición, las fuerzas de la Unión Africana y, por supuesto, los periodistas occidentales.
Tras estos años de aislamiento, en los que soportó reiterados ataques de artillería y pugnas casa por casa, calle a calle, el pasado 6 de agosto Bakara volvió a estar en contacto con el mundo tras el abandono de los islamistas del centro de la ciudad.
Destruído y urbanizado
La primera impresión que tengo al recorrer sus arterias es de sorpresa con respecto a la fisonomía del lugar. No se trata del típico mercado árabe de callejuelas enrevesadas, como el que muestra la película Black Hawk Down, que se rodó en Marruecos, sino que está compuesto por manzanas perfectamente delineadas por amplias calles y bulevares. Más urbanismo europeo del siglo XX que zoco.
Atardecer en el mercado de Bakara, Mogadiscio. Septiembre 2011. (HERNÁN ZIN)
La segunda impresión – cuando digo “impresión” lo hago literalmente pues la falta de seguridad nos obliga a recorrer el mercado protegidos por personal armado y a no poder permanecer más de unos minutos en cada sitio en el que paramos – es de desolación ante la destrucción que ha sufrido Bakara.
Toda la ciudad está en ruinas, pero lo de Bakara es peor aún. Me recuerda a escenarios que hemos conocido de primera mano en este blog: Bint Jbeil tras la guerra entre Hezbolá e Israel en 2006 (ver vídeo), o Rafah, la castigada frontera de Gaza con Egipto, aquel mismo año en el que el gobierno de Ehud Olmert se dedicó a repartir bombas por doquier.
Bakara se encuentra en una zona elevada desde la que se contempla Villa Somalia, sede del gobierno, y buena parte del centro de la ciudad, lo que le concede su importancia estratégica, además de que permite recolectar impuestos al grupo armado que lo controla. También las rutas de acceso, con el fin de recaudar dinero y controlar el flujo de mercadería, han tenido numerosos puestos de control y dueños.
Mohamed Qanyare Afrah fue uno de los señores de la guerra que durante años mantuvo bajo su poder el acceso a Bakara. Cuando logró dominar el país en 2006, la Unión de Cortes Islámicas prohibió la venta de armas en el mercado.
Bajo el fuego de mortero
Como centro de poder económico, Bakara ha padecido innumerables ataques, altercados e incendios provocados y accidentales. Sin embargo, resulta innegable que nunca fue víctima de un acoso tan asfixiante como el que sufrió por parte de las tropas de la Unión Africana en los últimos meses (según cuentan compañeros periodistas, el mercado era un objetivo fijo de los morteros de la fuerza africana). El 12 de mayo, AMISOM lanzó una ofensiva junto a las tropas del Gobierno de Transición. Dos días más tarde, 14 civiles morían por fuego de mortero.
Las consecuencias de esta brutal ofensiva, que terminó por echar a los islamistas del mercado, están presente en cada pared, en cada puerta y cada ventana. Parece no haber fragmento de construcción que no tenga heridas de guerra. En una siguiente visita a Bakara junto a Abdulkadir Moallin Noor, líder de la milica sufí de Ahlu Sunna Waljama’a (ASWJ), sobre la que ya hablamos en este blog, conoceremos el interior de los combates.
Ahora, una tercera impresión. Quizás la más perturbadora de todas: las tiendas de Bakara se encuentran cerradas y apenas hay gente en la calle. No hay latido ni movimiento en el que fue desde su creación el corazón comercial de Mogadiscio.

En un hospital de Mogadiscio

22 septiembre 2011
En la sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio apenas se escuchan llantos. Tan devastador es el efecto del hambre en los niños que dan la impresión de poner todas sus energías en el más elemental y necesario de nuestros actos: respirar.
Sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
Un niño se cae de la cama. Su padre lo abraza y lo levanta. La cabeza del pequeño cuelga como un peso muerto, como una marioneta a la que le han cortado los hilos.
Moscas. Ojos entrecerrados, con las pupilas en blanco. Bocas abiertas. Bolsas de suero de las que salen tubos que terminan en los brazos de los niños. Colchones de cuero agrietado. Más moscas.
Uno de los médicos del hospital, Abdul Hassan, nos dice que en aquella sala mueren cada día dos niños como consecuencia de la malnutrición. De barba larga y pelo cortado al raz, es un voluntario que ha llegado desde Jartum, Sudán. Utiliza un traductor, un joven estudiante de medicina somalí, para comunicarse con la gente.
Sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
La mayor parte de los cooperantes que hemos encontrado estos días, y que venían en el avión desde Nairobi, son de países musulmanes. Los turcos dirigen el campo de desplazados próximo al aeropuerto. Azerbaiyán firma la ayuda que se entrega a las tiendas en Sayidka. Los egipcios reparten comida en los suburbios de la ciudad. Antes sólo veías a occidentales al frente de estas labores.
Tiene que ver con la seguridad, con el caos que impera en esta ciudad, pero quizás se trate de otro signo del cambio que está experimentando nuestro mundo, de esta nueva etapa multipolar, donde los países del sur ya están teniendo mucho que decir y que hacer en los asuntos globales, con Turquía como referente y modelo a seguir de los países árabes.
De España, como siempre destaca el trabajo de Médicos Sin Fronteras (MSF), que lleva años desarrollando una extraordinaria labor en Somalia, y que cuenta con su propio hospital en Mogadiscio.
Sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
Los familiares que acompañan a los niños en la sala de pediatría del hospital también parecen absortos, extenuados. Nos cuentan que han tardado días para llegar desde las zonas controladas por Al Shabab hasta la capital en busca de ayuda.
Y sabemos bien, por lo que hemos visto en estas jornadas de rodaje en Mogadiscio, que inclusive el tránsito por la propia ciudad les debe haber sido muy complicado. Puestos de control, escaramuzas, hordas de militares y paramilitares armados que avanzan a toda velocidad en sus camionetas, ataques espóradicos con granadas, bombas caseras. No es un lugar fácil para recorrer por unos campesinos que lo han perdido todo como consecuencia de la sequía y que llevan a su hijo enfermo, moribundo, a cuestas.
Una ocasión no vana para recordar la obra del premio nobel Amartya Sen, que en sus estudios de las principales hambrunas del siglo XX demostró que en todas ellas había suficientes alimentos. El problema era el acceso de la gente a estos recursos, bloqueado como consecuencia de las luchas de poder. Los niños, los ancianos, los pobres, los marginados, los vulnerables, como víctimas al igual que hoy en el hospital Benadir.

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