miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los trece artículos del arte de la guerra

Los trece artículos del arte de la guerra
por Ernesto Bark

Se desconoce casi todo de Sun Tzu Wau, autor de Los trece artículos del arte de la guerra. Su leyenda lo sitúa en los tiempos míticos de ´Los reinos combatientes`, dentro de la primera época de la China clásica, hace más de veinticinco siglos. Pero probablemente se trate de un personaje imaginario, similar al Homero de nuestra tradición clásica. Su obra representa el tratado más antiguo conocido sobre estrategia militar, y según sus tratadistas, no ha sido superada en amplitud y profundidad.

Echa esta nota informativa, comprendemos que quien no pase del primer párrafo no habrá entendido en absoluto la relevancia de este libro. La importancia de la obra de Sun Tzu no es exclusivamente militar y, aún más, su interés, universalidad y atemporalidad comienza en el momento en que supera el ámbito de la estrategia castrense.

Los trece artículos del arte de la guerra suponen un oráculo general para orientarse estratégicamente en la vida. Porque la vida y la guerra vienen a ser lo mismo en esta metáfora filosófica. Literariamente, Sun Tzu tiene la habilidad genial de hacer el tratado sobre la guerra más riguroso posible, solucionando cada contingencia particular del arte de la estrategia militar, al mismo tiempo que habla todo el tiempo de otra cosa, de la vida. Lo particular es lo general en este libro de estética taoista, que no desmerece al lado de la obra del otro gran mito taoista, Lao Tze y su Tao te king.

La estrategia militar es el arte de convertir la guerra en su abstracción, en un juego de la inteligencia. Y Sun Tzu nos explica las formas de tener éxito en ese juego, al mismo tiempo que vamos comprendiendo que ese juego tiene las mismas reglas que la vida. Que el hombre debe tener un objetivo, y antes de ello un plan, para no salir derrotado de la vida. Que somos jugadores y no hay otra posibilidad que perder o ganar, tener éxito o fracaso. Que el fracaso es ignominioso, porque existen reglas para aprender a jugar que deben aprenderse, disciplinas que es necesario ejercitar, y previsiones que hay que tomar. Que quien no se afana en aprenderlas, ejercitarlas y tomarlas se convierte a sí mismo en forzoso perdedor. Y, por supuesto, Sun Tzu tiene el arte de decir todo esto sin mencionarlo, ciñéndose a la estrategia militar y al lenguaje de un tratadista de la materia. Es elíptico y polisémico, dicho finamente, y sobre todo es sutil.

Porque, repetimos, el libro es un tratado militar y no el juego metafórico simple de hacer un tratado conductista disfrazado de tratado militar. Eso sería barroco, y un tipo de barroco muy torpe. Los trece artículos del arte de la guerra son el mejor tratado escrito nunca sobre estrategia militar y no se trata de ir leyéndolos como recetas para la vida -aunque también es posible, pero mediocre-. El verdadero juego es más simple y fundamental: ir comprendiendo que la vida es un juego en el que debemos ganar. Sun Tzu no explica las reglas de la vida porque la receta particular para una materia tan lábil y compleja siempre sería incompleta, dogmática y malentendida. Por eso Sun Tzu hace un libro de estrategia militar, sólo de estrategia militar. Y es de ella de donde nace el lector al conocimiento, al reconocimiento de que la vida es también un juego de estrategia, y comienza a repasar su historial, comprendiendo que el destino y la suerte, o no existen, o son irrelevantes. Que tenemos lo que nos merecemos.

Esta joya de la filosofía perenne todavía no ha sido descubierta por esos saqueadores de tumbas que son las editoriales de autoayuda. Sus lectores son unos cretinos que no llegarían más que a tratar de aplicar los trece artículos como aplican las trece reglas de un manual sobre cómo adelgazar follando, o sobre cómo llegar a ser millonario. Los lectores de autoayuda se definen por ser incapaces de entender la idea de ayudarse a sí mismos y por eso buscan libros de recetas cerrados, dogmáticos, y completamente inútiles.

... el olvidado asombro de estar vivos

... el olvidado asombro de estar vivos
Octavio Paz

creo en el color rojo de la rosa con que la Tierra toda vestirá en el rojo de tanta llamarada viva creo en la insomne lumbre que nos crea creo en el cielo insomne del asombro en la iguana venida de las olas en el necio delirio de los jueves en la casa de la sombra en el abrazo de las albas en los postigos de los ojos en la muerte girando en los talones girando en los Guantánamos cagando en los hambrones en la mesita de noche de los pobres en sus relojes sus lagañas sus barajas y pistolas de agua en los sueños de los millones de niños que apenas si les queda ojos rostro boca o corazón creo en el África azulada por la noche en el quejido azuloso de su raza a quien le duele el hambre las verduras la trocha los maltratos en sus niños quienes antes que dormir quisieran nunca despertar mientras juegan con la calavera de sus padres en el Cristo de las Trincheras acampado en la ruinosa oscuridad de un vetusto monasterio sin una mano sin pies entre borrasca plomo y lluvia a ras de furia quien me enseñó el color tostado de la piel cuando se va a la guerra colérico cordero al descubierto resuelto miliciano justiciero nuevamente con látigo inclemente arrojando a los nuevos mercaderes en la gota de lluvia en el alambre en el encaje del mar cuando todavía no se había destejido en la esquina del tiempo que resurge en la sombra del otro del antiguo en el grito del hombre frente al mar en el metal la cólera el combate en la lucha del canto del mendigo en el hosco muñón de la tristeza en la hondonada gris de los cimientos el silencio que ahoga y amordaza la sombra de la muerte que reúne el aullido del pan acá en la puerta el concierto solar de las mañanas el borde de la tarde en estampida creo en el pobre envuelto en tempestad en el injerto sideral del guamo en los sures furentes del turpial en el espacio en Borges en el tiempo en las vocales de Rimbaud en la hojarasca briosa en el paso respetable de la hoja por las aceras de la tierra aurora en Francisco así Dios no lo distinga en Federico en su alba nazarena creo en Niall y sus sabias abubillas en el ave sagrada de su verbo en el buitre leonado de su insomnio en el orgasmo de la Palestina en el coraje de las rosas rojas

en el mayo francés en el invierno ruso en el febrero caraqueño en la locura galopando auroras en el año en que nos propusimos ser solares como Reverón y el viento en la solemne soledad del Sol en mis huesos descalzos soleados creo en el que solamente ha nacido en el gato triste en el piojo ciego en estas dudas estos días horas esta noche este sábado este rato creo en un vals en un montón de asombros creo en el pobre desgraciado y roto creo en el hideputa endecasílabo creo en las hojas secas de la luna creo en el tiempo de las ramas verdes en la plegaria cósmica del árbol en la rosada desnudez del alba en la arena quemada por el muro en la sublime mariposa en celo en la hermosa serpiente penetrando el limo original de la lujuria en aquel que erige un altar hombre

en el luengo misterio del asombro en el justo pecado de los dioses en la cena el abismo y el camino en el signo mundano de los rostros en la culminación de las serpientes en la vid los sarmientos y los pobres en el reparto de los panes y las casas en la vigilia hecha por el hombre en los racimos del hambre y la miseria en la santidad de los samanes en la garganta del helecho en pie en la amapola en luna descubierta en el regreso a trancos de la muerte en la mesa el poder y las mentiras en el cósmico origen de la vida creo en la matadura de la memoria voraz que atiza los relámpagos en el desbocado potro que golpea en el pecho sus chispeantes cascos herrados por el viento en el vórtice abierto que engulla nuestra esperanza desolada en la desolladura del barro que seremos en el errante diluvio de los párpados insomnes en el estridente relincho del rayo de los pájaros en la justicia universal del alba

creo en los ojos que se van de viaje en el polvo en el sueño la agonía creo en el par de lámparas donde arden los amigos en el zaguán dormido de un aljibe minuciosamente santo en el hambre madre antigua y atroz de la incestuosa guerra en el espejo de la antigua sombra el laberinto del asombro antiguo

en la ceniza en asombroso olvido en la luciérnaga porque en la noche cree en el tiempo la cólera y ternura en la tarde que mira desde el fondo en el bronce el ayer la lejanía en el viento que envuelve tempestad en el cordaje de la noche en lluvia

creo en Vietnam en Sabra y en Chatila donde la noche se zurció de sangre en las flores que brotarán en las calles de Kandahar en los niños cañoneados por los imperios rapaces al acecho en las noches de Najaf Irak Siria el Líbano y Falluja en los cuchillos de la lluvia a secas en la amenaza del gato en pleno hechizo en el barco encantado y sus aceñas en los dos golpes a la endeble espada en la razón y sinrazón del viento en la luna descalza y a caballo

creo en la libertad de los cangrejos en que tal vez afuera lejos de la tierra titilen las estrellas en la confirmación de las bandejas en la ginecocracia de las lilas en la desolación de los cubiertos creo en la salvación de la palabra con Nidaa en el perdón de los herejes en la resurrección de la alegría en la jodienda de la poesía creo en la vida eterna de los versos

Hablar sobre la guerra

Hablar sobre la guerra
.El terreno de los sentimientos tiene una primera presencia ante nosotros, en la que se manifiestan bajo un velo indiferenciado. Ahí son los sentimientos, sin más. Lo son, sin que atinemos a decir cuáles. Una canción popular lo intenta decir de un modo contundente: "es un sentimiento, no puedo parar". Es el cántico de las hinchadas, ese orfeón que entona sus aleluyas como una voz coadyuvante, siempre presente y siempre representando "los sentimientos". Sentimientos incesantes, que no pueden parar. Los sentimientos aquí no necesitan ser identificados, como quién dice alegría, deseo, envidia, inquina o suplicio. No, no se trata de una "analítica de los sentimientos" o de una ética de las pasiones a la Spinoza, sino de los sentimientos en su expresión general, como nota de la condición humana tomada en su absoluto amanecer pasional, con las conciencias entregadas a su tarea primera. ¿Cuál sería ésta? La de expresar al hombre pasional que en el comienzo de su verbo pone un plano pre-reflexivo, una lava espontánea salida de su aliento originario. ¿Importan cuáles pasiones, si la ira, el anhelo, la tristeza? No, importa que son los sentimientos. Importa que "no pueden parar".
La filosofía real establece un punto de suspicacia frente a este sentimentalismo. Mira con interés sus exteriorizaciones pero de inmediato los pone frente al cincel de otras fuerzas, que pueden ser las de la razón, las de la lógica, las de los conceptos, las de la simulación o simplemente la de las formas civiles de convivencia. Se llega así a la necesidad de "calcular" las pasiones para darles un justo uso social o procurarles su salida creativa a través del arte clásico de la catarsis. Pero estos grandes juegos morales entre los sentimientos que obedecen a una drástica disyuntiva -o pertenecerían a la naturaleza esencial del hombre o a los terrores desatados por la historia- parecerían haberse agotado con el pensamiento social moderno.
En efecto, la idea hegeliano-marxista de una razón histórica que como rasgo de astucia poseía la capacidad intrínseca de tomar a las pasiones a su servicio, estaba pensada para elaborar un ámbito de objetividad desde el cual juzgar todas las actividades colectivas. Incluso los humanismos del siglo veinte, que intentaron ampliar la esfera de la libertad de elección para los hombres, de algún modo no afectaron la interpretación de la historia como un conjunto de necesidades que trascendían a la mera región del individuo creador, tal como también se nota en obras como las de Max Weber, que se sitúan en la irresoluble tensión entre el individualismo de los actos sociales y el culturalismo de los valores civilizatorios.
¿Dónde se situaban allí los sentimientos que "no pueden parar"? Quizás el giro en este tema lo produce Antonio Gramsci, que recupera en el marxismo las tradiciones del mito operante -o del mito praxis-, de las pasiones y de la catarsis. Esto indicaría que al promediar el siglo veinte se pudo esbozar un regreso triunfal del tratamiento de la razón política bajo el ángulo de las pasiones. Sin embargo, más suerte tuvieron los populismos de distinta entonación de la segunda mitad de ese mismo siglo, sobretodo los latinoamericanos. En ellos, el sentimiento popular no intentaba modificarse con ninguna fusión o amalgama con el mundo de las culturas intelectuales, sino que se mantenía en una doble cuerda.
Por un lado, los sentimentalismos populares, mixtura de las culturas masivas de consumo y de los legados retóricos evangélicos o folletinescos; por otro lado las doctrinas políticas surgidas del concepto del "destino del conductor", figura que decía contar no con teorías sociales sino tan solo con un procedimiento que estaba "más allá de las ideologías". Ese procedimiento tomaba lo popular-sentimental como un dato social subyacente y no necesariamente alterable, haciéndolo convivir con un plano egregio donde la clase política conductora podía hablar con citas académicas de filósofos griegos o de generales austríacos. Pero esencialmente, la dimensión sentimental popular quedaba inmodificada, recibida como una expresión legítima de la mancomunión de linajes culturales del mundo laboral campesino y urbano, modificados por la lengua de los medios de comunicación popular, los periódicos del siglo IXX y la radiofonía y televisión del siglo XX.
Esta vertiente de los populismos que reposan sobre la "conducción" de los sentimientos populares, empalma con la corriente de pensamiento que postuló largamente la existencia de un fenómeno pre-político, pero esencial a la política, las multitudes, que encarnaban el peso de lo primitivo, de lo irracional y de la neurosis en las figuras clásicas de la Polis, a las que le daban irrigación permanente y a la vez ponían en peligro. Un libro tan informado y sutil como el de Remo Bodei (Geometría de las pasiones) nos trae preciosas derivaciones de estos pensamientos sobre el miedo, la esperanza y la felicidad. Señala Bodei cierta hipoteca que recae sobre los cultores de las tesis sobre el miedo social que también excita la rebelión, como el conocido libro de Lefebvre sobre el Gran Miedo durante la Revolución Francesa. Bodei indica que estas ideas exhiben una inadecuada descendencia de las formulaciones de Le Bon sobre las multitudes, quién las encontraba moviéndose alrededor de relaciones de sugestión, imitación, contagio e inconciencia. Pero es más interesante la mención que le dedica Bodei a un libro olvidado de Albert Mathiez, Les foules revolutionnaires (1934), que intenta discutir con Le Bon y en su estudio sobre el pánico -en la interesante observación de Bodei- anticipa la Crítica de la razón dialéctica de Sartre. El análisis del paseante o del charlatán de Mathiez podría conjugarse con la observación sartreana sobre los grupos que se forman y diluyen continuamente en las prácticas cotidianas de la urbe.
Recordamos estos temas, solamente para religarlosexhultantes y autodesignados ("olé, olé, olá/es un sentimiento/no puedo parar") lo hacen a condición de resistir su discriminación o desglosamiento. No son tales o cuales sentimientos, pavura, odio, euforia, asombro, sino los sentimientos tomados en su manifestación plena y opaca, gozosos de su mostración bulliciosa. Estas evidencias que son perceptibles en las multitudes de cualquier ciudad contemporánea nos dejan en la misma situación en que solían encontrar a los "sentimientos" los conocidos populismos, desde los más toscos a los más elaborados. De alguna manera siempre estuvieron allí, solo que el giro de la teoría política ha abandonado el desafío de tornarlos sujetos de alguna subjetividad que importase para el sentido de la historia. Simplemente, puede dedicarse ante ellos un pensamiento no desacertado pero sí abstracto: los sentimientos no solo "no pueden parar", sino que siempre se están transfigurando, esto es, parando incesantemente y retomando sus signos en medio de agonías y articulaciones diversas con memorias o discursos anteriores. No hay nada más autoreflexivo que los "sentimientos".
Una situación inversa se hace presente ahora ante nosotros. Estamos en tiempos de guerra y todos hemos hablado sobre el acontecimiento de las Torres Gemelas. Asombrosamente, se impuso una discusión sobre "sentimientos". ¿Qué se "sintió"? ¿Miedo, gozo, fascinación, ira? Como nunca, las polémicas habituales sobre la facticidad de lo histórico (dominadas por una teoría política y una politología por ciertos muy trivializadas) transitaron nuevamente sobre los fantasmas antiguos, allí donde acechaban las teorías de las pasiones escritas por estoicos, por medievales y modernos, pero no sometidas al more geométrico sino a una vacilación crucial. Porque ya no tenemos destrezas para esas discusiones, que de repente se impusieron con su carga milenaria a esos hombres, nosotros, que hablábamos de guerra.
Duchos en exámenes sobre el curso de la historia y creyendo que la discusión era sobre la escisión "decir lo que se siente o ser hipócrita y no decirlo", nos entregamos mal preparados a un debate, el más importante desde los años 70, con lo que ya sabíamos sobre la historia pero con la que aún no sabíamos (o habíamos abandonado del conocimiento antiguo) sobre el oscuro curso de los sentimientos. ¿Ellos "pueden parar"? Esta cuestión es sugestiva. Y también: ¿hay un nuevo cincel para esos sentimientos que afectan la sustentación de la vida cuándo están en juego asuntos referidos a valores colectivos? Todos estamos, de alguna manera, por debajo de lo que exige esta discusión.

FILOSOFIA DE LA GUERRA

Filosofía de la Guerra
Tocar temas relacionados con la paz, implica por oposición referirse a la guerra. Esta puede ser comprendida, como lo era en los primeros pueblos germánicos una de las actividades en donde el sujeto podía ostentar coraje, valentía y ciertas habilidades; requisitos todos ellos indispensables para asegurarse un buen paso hacia “el más allá”. El prestigio y el miedo, estaban presentes a la hora de presentarse en el campo, como hoy también lo sigue estando. El respaldo divino funcionaba como mecanismo compensatorio ante la posibilidad de ser derrotado.
La trascendencia de la vida, estaba inextricablemente vinculada a la muerte y a la guerra como forma de llegar a ella. Las valkirias eran aquellas doncellas las cuales se llevaban a los caídos cuya suerte estaba echada (incluso) antes de la contienda. Toda su base social y sus criterios de ordenamiento en la vida cotidiana, se basaban en las hazañas demostradas en el campo de batalla. Quienes demostraban cobardía en las batallas, no sólo eran despreciados por su tribu, sino por sus dioses.

GUERRAS MEDICAS

Historia que no fue
Si Napoleón Bonaparte no hubiera sido derrotado en Waterloo. ¿Habría logrado ser emperador del mundo?¿cómo sería nuestro presente si el sur hubiera vencido a los del norte en la guerra civil estadounidense? ¿Qué tan cerca estuvo el mundo de ver a Adolfo Hitler ganar la segunda guerra mundial? Estas son solo algunas de las cuestiones que la historia contra fáctica o contra factual ha intentado responder.
LAS GUERRAS MÉDICAS
La historia paso por una etapa crucial en el siglo V a.c. Cuando algunas de las ciudades griegas que llegarían al mundo las culturas helénicas se enfrentaron contra las hordas del imperio Persa en las llamadas Guerras Medicas. La historia real relata la victoria de los griegos al levantarse contra el imponente ejército Oriente, durante el reinado de Jerjes (519-465). Sin saberlo en aquellas batallas se decía el futuro de la humanidad y hegemonías de la cultura Occidental frente a la oriental.
El profesor de la universidad de Cambridge Paul Cartledge, experto en historia griega, señala que  aunque la batalla de las Termópilas  librada por los espartanos contra la nación persa fue una derrota, en realidad funciono como victoria moral, que ala larga ayudaría a los griegos a salir del apuro si no hubiera sido así?, pregunta Max Weber (1864-1920) abordo tal disyuntiva en 1901 y considero que una definitiva victoria persa en las guerras Medicas habría instaurado un marco religioso oriental que pudo haber amenazado los orígenes mismos de la civilización de Occidente. Las naciones de Egeo no se hubiera desarrollado de la forma en que lo hicieron, pues en el imperio ateniense habría sido aniquilado. Grandes filósofos de la antigüedad como Platón, Aristóteles,  Socrates o Herodoto  no hubiera influido en la humanidad al grado q lo hicieron, y en cambio nombres como el del intelectual persa Meviana Celaddin Mehemed Rumi (1207-1273) y los preceptos del sufismo ocuparían su actual lugar en el pensamiento mundial.

Turistas, cooperantes y secuestros tras la incursión del ejército de Kenia en Somalia

Según veíamos que desde que se independizara de Gran Bretaña en 1963, Kenia supo mantenerse al margen de los sucesivos conflictos armados que asolaron a sus vecinos en África Oriental.
Soldado ugandés en Mogadiscio. Sept 2011. HERNÁN ZIN
Característica esta que quizás responda a lo difícil, traumático y sangriento que resultó alcanzar justamente aquella independencia, pues a la insurrección protagonizada por los mau mau – la milicia kikuyu liderada por Dedan Kimathi, que moriría ejecutado en 1957 – los colonizadores respondieron con una brutal represión. Más de cien mil kenianos terminaron en campos de concentración, como bien describe Caroline Elkins en The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya, libro por el que ganaría el Pulitzer en 2006.
Sin embargo, la distancia que desde 1963 Kenia mantenía de las trifulcas regionales se rompió hace apenas unas semanas, cuando el Ejecutivo de Mwai Kibaki y Rial Odinga decidió que pondría en marcha el plan que llevaba tiempo gestando: invadir Somalia para perseguir y acorralar a Al Shabab, la milicia islamista vinculada a Al Qaeda y que domina buena parte del centro y sur del país
Los antecedentes
¿Qué fue lo que provocó esta intervención que termina con décadas de aislamiento bélico de Kenia? ¿Qué llevó a los gobernantes kenianos a enviar a 1.600 soldados a combatir al país más peligroso del planeta, ausente de Estado y sumido en una guerra fratricida desde hace veinte años?
En primer lugar, la sucesión de secuestros que grupos armados somalíes han venido realizando en territorio keniano en los últimos meses:
. En septiembre, una pareja de turistas británicos de mediana edad fue secuestrada de un resort vacacional del norte de Lamu. A David Tebbut, el marido, lo mataron de un disparo. Judith, su mujer, pasó de mano en mano, como es habitual en estos casos. Se cree que está en poder de piratas en Puntland.
. El 1 de octubre, hombres armados privaron de libertad a Marie Dedieu, una ciudadana francesa que vivía en Lamu. Según las autoridades francesas, Marie Dedie, que sufría una discapacidad motriz, murió en cautiverio.
. El 13 de octubre, dos cooperantes españolas fueron secuestradas del campo de refugiados de Dadaab.
Fue a raíz de esta última acción contra Médicos Sin Fronteras (organización que ya perdió a varios trabajadores en la propia Somalia), que el Gobierno keniano decidió mandar al ejército a la frontera, al tiempo en que lanzaba ataques aéreos contra las posiciones de los islamistas en el sur de Somalia.
Las razones
En este blog seguimos desde la misma Kenia las matanzas tribales que conmocionaron al país tras las elecciones presidenciales de 2007. Como ya escribí en estas páginas, el vuelo que nos llevó de Londres a Nairobi estaba vacío, pues pocos extranjeros se animaban a viajar ante las brutales imágenes que repetían las televisiones de todo el mundo.
Tras aquellos lóbregos dos meses, Kenia tuvo que hacer un gran esfuerzo para recuperar el turismo, que es su principal fuente de divisas extranjeras. Recién en 2010 superó nuevamente la cifra de un millón de visitantes anuales, que era la constante antes de 2007.
Los secuestros por parte de comandos somalíes de europeos en zonas turísticas en los últimos dos meses amenazaban directamente estos logros, proyectando a los potenciales turistas una imagen negativa del país.
Otra razón de peso es la sobrepoblación de los campos de refugiados de Dadaab. Más de 450 mil personas se hacinan en la frontera. ¿Cuánta gente más pueden absorber como consecuencia de la hambruna sin que esto afecte su equilibrio interno?
(En la próxima entrada las consecuencias y los potenciales escenarios que pueden salir de este inesperado movimiento en el tablero del Cuerno de África).

Sorpresa y preocupación ante la incursión armada de Kenia en Somalia

03 noviembre 2011
Desde su independencia de Gran Bretaña en 1963, Kenia supo mantenerse al margen de los conflictos que asolaron a sus vecinos en el este de África.
Tanque de la Unión Africana destruido en emboscada por islamistas de Al Shabab en Mogadiscio, Somalia. Sep 2011. (HERNÁN ZIN)
Etiopía sufrió la invasión de Somalia en 1977. El dictador Siad Barre mandó a sus tropas al territorio de Ogaden, pues lo consideraba parte integral de la Gran Somalia. Comenzaba así una guerra que terminaría en 1978 con la retirada de los somalíes.
En 1982, Etiopía devolvería el favor e invadiría Somalia. Incursión militar que la administración de Addis Abeba repitió en diciembre de 2006 alentada por los EEUU. Sus efectivos saldrían del país en febrero de 2009.
Al mismo tiempo que intercambiaba gracias con Somalia, Etiopía padecía los intentos secesionistas de los eritreos.
Treinta años de conflictos internos que culminaron con la independencia de Eritrea en 1993, que es hoy el Estado más hermético y totalitario del continente. Entre 1998 y 2000, ambos países se enfrentaron como consecuencia de disputas por la demarcación de las fronteras. Murieron 70 mil personas.
La gran guerra africana
Otro de los países colindantes con Kenia, Uganda, le declaró la guerra a Tanzania en 1978. El brutal Idi Amin no dudó en invadir a su vecino en la persecución de sus opositores políticos.
La ciudad de Mwanza, en la que estuvimos en este blog en el mes de mayo, fue testigo de aquella invasión que provocó la respuesta del presidente Julius Nyerere: una fuerza de más de 40 mil hombres que terminarían por derrotar a Idi Amín (que contaba con tropas y tanques que le había enviado Muamar Gadafi). El conflicto llegaría a su fin en 1979.
Uganda padecería a continuación, entre 1981 y 1986, la insurrección que echaría a Milton Obote y colocaría a Yoweri Museveni en el poder. Y luego el flagelo fratricida de Joseph Kony y el LRA, que duraría más de 20 años, provocaría 120 mil muertos y dos millones de desplazados internos.
Entre 1998 y 2003, Uganda sería uno de los tantos estados que participaría de la que fuera conocida como la Gran Guerra Africana: el segundo enfrentamiento armado en la República Democrática del Congo tras la salida de Mobutu Sese Seko del poder. Cinco millones de personas perderían la vida. Al igual que Ruanda, Kampala se beneficiaría enormemente del expolio de los recursos minerales congoleños.
Desde que comenzara a funcionar en 2007 la Misión de la Unión Africana para Somalia (AMISOM), Uganda ha sido su principal proovedor de soldados. La respuesta de los islamistas de Al Shabab llegó en 2010 con un atentado en Kampala durante el Mundial de Fútbol que dejó más de 70 muertos.
El sur de Sudán, animista y cristiano, se embarcó en dos largas confrontaciones con el norte árabe y musulmán en busca de la escisión política que recién consiguió en enero de este año. En 2003, Jartum tuvo que hacer frente a otra rebelión, la que se inició en Darfur, con millones de refugiados y muertos como saldo. Y ahora, la tensión está en la zona de Kordofan del Sur, donde los combates apenas encuentran eco en la prensa internacional.
Dejar de ser la excepción
Inclusive durante la guerra fría, Kenia logró mantenerse al margen de la esfera de los dos grandes bloques, evitando así el arribo masivo de armas como sucedió con muchos de sus vecinos en el cuerno de África.
Fue por este motivo que las luchas tribales de 2008, que cubrimos en este blog desde la misma Kenia, tuvieron un efecto limitado, pues la violencia se ejercía a punta de machete y con arco y flecha en lugar de con AK 47 y ametralladora de 30 mm.
Sin embargo, esta capacidad para eludir la guerra que no han tenido sus vecinos de la East African Community y del Cuerno de África, parece haber llegado a su fin en los últimos días con la incursión armada del ejército keniano en territorio somalí.
El detonante aparente fue el secuestro de las cooperantes españolas de MSF en Dadaab, pero las causas y razones son mucho más profundas y se vienen gestando desde hace meses.
Las explicaremos en la próxima entrada de este blog al tiempo en que intentaremos responder a las preguntas que no pocos se hacen ahora: ¿qué consecuencias tendrá para la propia Kenia y para la región esta intervención directa de Nairobi en Somalia? ¿Tiene el país los recursos y la voluntad política para hacer frente a estas consecuencias?

Mogadiscio en vuestras pantallas

29 octubre 2011
Ya está colgado el trailer del reportaje en el que trabajé a las órdenes de Jon Sistiaga en Mogadiscio, Somalia, y cuyo progreso fui narrando en las páginas de este blog.
Ya está en línea el breve vídeo que montamos en el hotel de Nairobi, mientras aguardábamos el vuelo de regreso a Madrid, con la ventaja de tener aún muy presentes las historias e imágenes que habíamos registrado, y con el cansancio acumulado a lo largo de semanas de poco sueño y la obligación de editar en un equipo portátil como contra.
Y ya tiene fecha de emisión en Canal Plus el reportaje completo: será el 17 de noviembre.
Si algo se puede destacar a priori es que se trata del primer reportaje en años que se sumerge en la vida “cotidiana” de la que es considera la ciudad más peligrosa del mundo.
Si tomamos en cuenta la factura del anterior reportaje en el que trabajé junto a Sistiaga – “Blancos de la ira”, sobre las matanzas de albinos en Tanzania, que podéis ver aquí – también podemos esperar cierta innovación y riesgo en el plano formal, en parte gracias a la labor creativa de La Caña Brothers.
Más aún porque en este reportaje me animé hacer un empleo mayor de la Canon Mark II – aunque la locura de Mogadiscio, con el polvo, el chaleco antibalas y las prisas, no es el mejor lugar para pelearse con su complicado foco – en detrimento de la Panasonic P2, quizás un 35-40% del material, y Jon llevaba a todas horas una Go Pro HD.
A modo de aperitivo, la semana que viene, reportaje en el EPS.

Una voz y varias miradas sobre el periodismo en conflictos armados

27 octubre 2011
Todo empezó en 2009, cuando al magnífico cámara y reportero Roberto Fraile, que ha trabajado en Irak, Afganistán, Sudán y Libia, se le ocurrió una idea para un reportaje de televisión: contar cómo es el día a día de los periodistas que empleamos blogs desde zonas en conflicto. Cómo ha transformado esta herramienta nuestra labor.
Coloquio tras la presentación del documental "Los ojos de la guerra" en la Seminci de Valladolid. Al frente, Roberto Lozano, su director, y, de izquierda a derecha: Roberto Fraile, director de fotografía, David Beriain, Sergio Caro, protagonistas, y Antonio Gómez, responsable del montaje.
Compartió esta idea con Roberto Lozano, director y productor, y juntos nos convocaron a David Beriain, Mikel Ayestaran y un servidor a Salamanca para ofrecernos ser sus protagonistas.
Como marco del encuentro se encontraba aquellos días en la ciudad la exposición de grabados de Francisco de Goya sobre la guerra, quien es, según Arturo Pérez Reverte, el mejor narrador de conflictos de todos los tiempos por su honestidad y contundencia.
Quizás fuera la presencia de aquellos grabados pero Roberto Lozano nos propuso formar parte de algo más ambicioso aún: un documental sobre reporteros de guerra.
Sabedor de lo difícil que es pedir al otro que confíe en ti para contar tu historia (pues es algo que he pedido y pido decenas de veces al año), no pude decir más que sí. Y otro tanto mis compañeros. Luego se sumarían a la aventura Sergio Caro y Gervasio Sánchez.
Junto Roberto Lozano, y a otros dos queridos y admirados compañeros, Sergio Caro y David Beriain, entrevista para RNE sobre el estreno de "Los ojos de la guerra"
Dos años más tarde, el documental es una realidad: se llama “Los ojos de la guerra” y se estrenó el pasado domingo en el Festival de Cine de Valladolid, la famosa Seminci. La dirección y producción están a cargo de Roberto Lozano, la dirección de fotografía de Roberto Fraile, el montaje de Antonio Gómez y la música Sergio de la Puente.
Debo confesar que me sorprendió gratamente y superó con creces mis expectativas. Una factura visual impecable. Un ritmo narrativo contenido, marcado por significativos y bien dosificados silencios. Una música siempre en su sitio, sin excesos ni déficits. Más allá del etalonaje, que podría haber tenido más protagonismo en lugar de haber sido tan conservador, Roberto Lozano, como director, demuestra que sabe llevar las riendas de su oficio.
Una forma narrativa que, afortunadamente, se refleja en el contenido, que está en sintonía con lo contado. No se sobrepasan fronteras emocionales innecesarias ni quedan cuestiones sin abordar.
También en este sentido, una narración madura, centrada y equilibrada, que es la mejor manera que tiene un director de rendir homenaje a aquellos cuyas historias aborda: dejar que se cuenten solas (o que parezca que se cuentan solas), con sus contradicciones, perplejidades y desafíos, que es lo que los espectadores van a encontrar en “Los ojos de la guerra”.

Estreno en la Seminci del documental “Los ojos de la guerra”

22 octubre 2011
Mañana se estrena en la 56 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, la famosa Seminci, el documental “Los ojos de la guerra”.
Con Roberto Lozano en el aeropuerto Jomo Kenyatta de Nairobi, rumbo a Ruanda, durante el rodaje de "Los ojos de la guerra". Agosto 2009.
Dirigido por Roberto Lozano, este largo de no ficción narra el día a día de varios reporteros en conflictos armados: Mikel Ayestaran, Gervasio Sánchez, David Beriain, Sergio Caro y quien escribe estas palabras. Al frente de la dirección de fotografía, otro buen y talentoso amigo: Roberto Fraile.
A modo de contexto, de marco de las historias, el documental presenta entrevistas con destacados periodistas españoles como Arturo Pérez-Reverte, Rosa María Calaf, Ramón Lobo, Maite Carrasco, Javier Balauz, Alfonso Rojo y Olga Rodríguez. Pretende ser también, de este modo, una suerte de reflexión coral sobre la guerra y sobre el trabajo de contarla.
Asia, África y Europa
Con respecto a los escenarios bélicos, “Los ojos de la guerra” nos lleva a Afganistán de la mano de Sergio Caro y David Beriain, a Irak con Mikel Ayestaran, a Bosnia Herzegovina con Gervasio Sánchez – viaje en el que coincidimos pues se trataba nada menos que del 15 aniversario de la masacre de Srebrenica, aquí el vídeo – y en mi caso pasa por Kenia, Ruanda y la República Democrática del Congo.
La mayor parte de aquel viaje, que tuvo lugar en 2009 y al que me acompañaron Roberto Lozano y Roberto Fraile, lo centramos en la provincia congoleña de Kivu Sur.
Muchas de sus historias aparecieron en este blog: el reencuentro con víctimas de la violación como Vumilia, el seguimiento a los niños soldados que dejaban las armas, el accidentado periplo por las montañas a las minas del coltán, las entrevistas a los altos mandos del Ejército del Congo y de la misión de paz de la ONU, entonces llamadas MONUC, en ocasión del proceso de paz llamado “Kimia II”. Material que también aparece en el documental “La guerra contra las mujeres”.
El único de los protagonistas que lo ha visto hasta ahora ha sido David Beriain. Le ha gustado mucho aunque se le ha hecho extraño el cambio de roles: de narrador a narrado. Interesante reflexión. Veremos mañana. Seguramente será una experiencia enriquecedora.

El origen de las armas en Somalia

19 octubre 2011
En su extraordinario libro Me Against My Brother, Scott Peterson afirma con no poca ironía que “en Mogadiscio es más fácil comprar armas que alimentos”. La impresión que tengo al recorrer las calles la capital de Somalia es que nada ha cambiado desde que el reportero británico escribiera esas palabras hace veinte años.
Soldado ugandés de la Unión Africana en el frente norte de Mogadiscio. Septiembre 2011. (HERNÁN ZIN)
A través de las armas de los jóvenes que me acompañan por seguridad, mientras recorremos Mogadiscio a velocidad de infarto por miedo a las emboscadas y los atentados con coche bomba, vislumbro entre los edificios, en los descampados, las improvisadas tiendas de las decenas de miles de familias que han llegado hasta aquí empujadas por esta hambruna que ha matado a 30 mil niños en apenas tres meses.
¿De dónde han salido estas armas que tanto dificultan la pacificación del país? ¿Estas armas que, sumadas a la falta de Estado, la división entre clanes, las luchas entre señores de la guerra, el islamismo radical y la interferencia de las potencias foráneas, permiten que cualquier grupo de jóvenes con unos cuantos AK 47 cruce la frontera y secuestre a extranjeros, como las cooperantes de MSF, para luego venderlos a otros grupos que las volverán a vender hasta llegar a las manos de quien tenga poder y contactos para negociar con el Ejecutivo español vía Nairobi, Dubai o Londres?
Un punto de partida es sin dudas la Conferencia de Berlín (1884-85), cuando las potencias europeas se dividen entre sí a la que es conocida como la Gran Somalia. Los cinco puntas de la estrella que se encuentra en la bandera del país representan justamente estos cinco territorios. Los colonizadores crearon milicias locales en su respectivos feudos.
EEUU y la Unión Soviética
Sin embargo, el arribo masivo de armas se produjo durante la guerra fría. En un principio, el dictador Siad Barre mantuvo estrechas relaciones con la Unión Soviética. De hecho, fue el primer país de la región en firmar un acuerdo de amistad con el Kremlin. Sucedió en 1974. Los soviéticos invirtieron 270 millones de dólares en armas para Somalia, desde cazabombarderos MIG hasta fusiles AK 47, y entrenaron a su ejército de 25 mil hombres en un campo militar de Berbera.
En 1977, Siad Barre, que persigue el sueño de reunificar a la Gran Somalia y de unir a los somalíes más allá de los clanes – que dice que serán los que “llevarán al país al infierno” – detrás de un mismo ideal político, invade parte de Etiopía, la región de Ogaden, una de las puntas de la estrella. Para su desilusión, los soviéticos apoyan a Addis Abeba. Es entonces cuando Siad Barre decide cambiarse de bando y pedir ayuda a Occidente, que rápidamente se la da.
En cierta medida la jugada le sale mal a Siad Barre, pues Jimmy Carter decide apoyarlo pero el Congreso de EEUU le exige primero que se retire de Ogaden (algo que finalmente hará un año más tarde, derrotado por tropas etíopes y cubanas en la frontera). Sin embargo, a lo largo de la siguiente década, Washington dará 800 millones de dólares en ayuda militar a Somalia. Italia, la antigua metrópoli colonial, pondrá sobre la mesa más de mil millones de dólares, que más de la mitad eran destinos a armamento. En poco tiempo, el ciudadano somalí se transformó en el que más “ayuda” extranjera recibió de toda África: 80 dólares por cabeza.
Embargo y caos
La caída de Siad Barre en 1991 abre la puerta a una brutal guerra civil que llevará al Consejo de Seguridad a declarar un embargo de armas a través de la resolución 751. Embargo de armas que, como ya vimos en este blog, ha sido violado de forma sistemática por todas las partes. Tema complejo al que ya dedicaremos una entrada.
Es interesante, y extensible a otros país de la región, la reflexión que hace en su libro Scott Peterson: cuando el arma era la lanza, entonces las disputas entre clanes tenían un efecto mortífero limitado. El arribo de las armas modernas, cambia de manera drástica ese equilibrio ancestral.
“Los somalíes no estaban preparados para la dimensión del caos que los iba a afectar”, escribe en Me Against My Brother. “Un peligroso cóctel al mismo tiempo moderno y antiguo, que mezcla las demandas de venganza del pasado con la perturbadora posibilidad actual de matar sin esfuerzo a un vasto número de personas”.

De armas y escoltas en Somalia

12 octubre 2011
Así, como quien no quiere la cosa, el formulario de ingreso a Somalia te lanza esas dos últimas preguntas. Como si fuese lo más normal del mundo.
Inmerso en la muchedumbre de pasajeros que abarrota la terminal del aeropuerto Aden Adde, un poco escindido de la realidad debido al madrugón, el calor y el estrés acumulado a lo largo de los últimos días – desde que supiste a ciencia cierta que tu viaje no te conduciría a Benidorm sino Mogadiscio-, te acercas el papel a los ojos para comprobar si lo que has leído es lo que has leído.
Soldados del GFT recorren el frente norte de Mogadiscio, recientemente liberado de Al Shabab. Septiembre 2011. (HERNÁN ZIN)
Lo curioso es que el formulario arranca bien. Escudo de Somalia correctamente contrastado sobre fondo blanco. Nombre, línea de puntos. Apellido, línea de puntos. Sexo, línea de puntos. Nacionalidad. Número de pasaporte. Fecha de caducidad. Fecha de ingreso. Número de vuelo. Y en la línea final, las preguntas que te has visto obligado a releer: ¿Tipo de arma? ¿Calibre?
Si no fuera porque has estado antes en Somalia, te cuestionarías con perplejidad: ¿tanta gente lleva armas que el Gobierno ni siquiera molestan en hacer un formulario aparte para quien necesite declararlas? Pero como ya has estado aquí, tardas un tiempo pero al final comprendes que es lo más lógico, porque si algo hay que abunda en Somalia, son justamente armas.
Pueden escasear medicinas, alimentos, libros de textos, sin embargo, armas siempre hay. De todos los tamaños, calibres, colores y sabores. A tal punto que muchos estadounidenses del NRA estarían orgullosos de vivir en un lugar como Somalia. Di que es un país musulmán y, para más complicaciones, santuario de Al Qaeda, que sino habría migraciones en masa.
A la salida del aeropuerto Aden Adde – bautizado en honor al primer presidente del país, Aden Abdullah Osman Daar – nos espera nuestro guía, traductor y protector a tiempo completo: Bachir. No está sólo, lo acompañan seis jóvenes armados con fusiles AK 47, SAR 80 y ametralladoras ligeras M249, que se desplazan en la parte trasera de una pickup, a las que aquí llaman “technicals” (en una próxima entrada explicaré la razón de este sobrenombre).
Lamentablemente, en esta ciudad plagada de armas – en la que en 2001 se estimaba que había un millón de rifles de asalto para 1,5 millones de habitantes -, la única forma en la que un occidental se puede mover, ya sea periodista, diplomático o miembro de ONG, es con escolta armada. Como reportero, se trata de un incordio, de una importante limitación, pero peor sería no poder siquiera venir.
Contemplar la ciudad y sus armas desde un parapeto de armas o, como me sugirió un buen amigo a modo de segunda opción, pararnos un rato en una esquina y ver cuánto duramos. Con el empeño que uno pone en cultivar enemistades…

Su compañía de telefonía móvil le da la bienvenida a Mogadiscio

09 octubre 2011
Otra vez, al bajar del avión en Mogadiscio, un mensaje me llega al teléfono móvil: “Ku soo dhowow SOMAFONE. Please call 101 for more help”.
No contrasta tanto como la última ocasión que lo recibí – en noviembre de 2010, cuando era tal el número de atentados suicidas y ataques con mortero contra el aeropuerto de la capital, que había que avanzar rápidamente con las maletas en la mano hacia la desierta terminal -, pero igual sigue resultando curioso.
Joven armado, milicia irregular. Mercado Bakara, Mogadiscio. Sept 2011 (HERNÁN ZIN)
Tras 20 años de guerra civil, nada funciona en Somalia. El Gobierno Federal de Transición, hasta la retirada de Al Shabab del 6 de agosto, con suerte y viento a favor apenas si tenía poder sobre Villa Somalia, la residencia presidencial.
El resto del país, archipiélago de feudos en manos de los integristas o de señores de la guerra. Realidad de la que dimos cuenta el año pasado en estas páginas, tras nuestro fugaz encuentro con Sharif Ahmed, que en aquellos tiempos se veía obligado a moverse por la ciudad en los blindados de la Unión Africana.
Nada funciona en Somalia. El Estado no existe ni vela por los ciudadanos. Más de 300 mil personas han perdido la vida por la guerra desde 1991. La hambruna ha matado a más de 30 mil niños en los últimos meses. Pero de todos modos, al bajarte del avión recibes un mensaje de bienvenida de una de las tantas empresas somalíes de móviles.
¿Cómo es posible? Varias personas en Mogadiscio me dicen que hay una suerte de pacto no escrito entre insurgentes, terroristas, señores de la guerra y demás gentes de paz que pululan por estas tierras, de no tocar las antenas de la telefonía móvil. Hospitales, aeropuertos, puestos de control, edificios gubernamentales, todo es susceptible de ser destruído menos las torres de comunicación.
Antes, para hacer la guerra, bastaba con un fusil. Un Ak47, para ser más exactos. El arma que más muertes ha provocado en el siglo XX.
Al realizar un repaso por todas las entradas que en este blog hemos dedicado a la telefonía en las zonas de conflicto – en estas guerras de guerrillas, asimétricas, que son las que hoy predominan -, quizás podamos decir que en el siglo XXI, para ir a la guerra se necesita un fusil, por supuesto, y un teléfono móvil.

Ni armas ni pasaportes falsos en Bakara, el corazón comercial de Mogadiscio

02 octubre 2011
Hay lugares sobres los que uno ha leído y fantaseado en tantas ocasiones que llegan a alcanzar una dimensión casi mítica en la propia imaginación. Toman vida. Se transforman, modelan y remodelan mientras más se piensa en ellos. El momento de la verdad arriba cuando finalmente se pone los pies en alguno de estos lugares y se comprueba entonces cuán alejado está lo imaginado de lo real.
Calle principal del mercado de Bakara, Mogadiscio. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
Llevo años vislumbrando el instante en el que tendría la posibilidad de caminar por Bakara, el mayor mercado de Mogascidio. Creado en 1973 por el gobierno de Siad Barre, saltó a la fama en los años 90 por la impunidad con la se vendían lanzagranadas, morteros de 80mm o 120mm y ametralladoras .30 en sus tiendas. El supermercado que abastecía a las milicias de los señores de la guerra en su lucha fratricida. Y que, por supuesto, probaban allí mismo, disparando al aire.
Otra de las peculiaridades de Bakara era que en cuestión de horas conseguía al visitante pasaporte falso somalí, keniano o etíope, además de certificado de nacimiento o diploma universitario. Negocio conocido popularmente como cabdalle shideeye por el nombre de la primera tienda que se dedicó a brindar estos servicios.
También fue el escenario en el que desplomaron los famosos Black Hawk en 1993. Enfrentamiento que terminaría con la vida de 18 militares de EEUU – el sargento Cleveland sería arrastrado por una furiosa turba por las calles de Bakara, como dejó constancia el fotógrafo Paul Watson – y más de mil somalíes.
Desde la retirada de las tropas etíopes en 2009, este mercado pasó a convertirse en el bastión de Al Shabab. Territorio vedado para las tropas del Gobierno de Transición, las fuerzas de la Unión Africana y, por supuesto, los periodistas occidentales.
Tras estos años de aislamiento, en los que soportó reiterados ataques de artillería y pugnas casa por casa, calle a calle, el pasado 6 de agosto Bakara volvió a estar en contacto con el mundo tras el abandono de los islamistas del centro de la ciudad.
Destruído y urbanizado
La primera impresión que tengo al recorrer sus arterias es de sorpresa con respecto a la fisonomía del lugar. No se trata del típico mercado árabe de callejuelas enrevesadas, como el que muestra la película Black Hawk Down, que se rodó en Marruecos, sino que está compuesto por manzanas perfectamente delineadas por amplias calles y bulevares. Más urbanismo europeo del siglo XX que zoco.
Atardecer en el mercado de Bakara, Mogadiscio. Septiembre 2011. (HERNÁN ZIN)
La segunda impresión – cuando digo “impresión” lo hago literalmente pues la falta de seguridad nos obliga a recorrer el mercado protegidos por personal armado y a no poder permanecer más de unos minutos en cada sitio en el que paramos – es de desolación ante la destrucción que ha sufrido Bakara.
Toda la ciudad está en ruinas, pero lo de Bakara es peor aún. Me recuerda a escenarios que hemos conocido de primera mano en este blog: Bint Jbeil tras la guerra entre Hezbolá e Israel en 2006 (ver vídeo), o Rafah, la castigada frontera de Gaza con Egipto, aquel mismo año en el que el gobierno de Ehud Olmert se dedicó a repartir bombas por doquier.
Bakara se encuentra en una zona elevada desde la que se contempla Villa Somalia, sede del gobierno, y buena parte del centro de la ciudad, lo que le concede su importancia estratégica, además de que permite recolectar impuestos al grupo armado que lo controla. También las rutas de acceso, con el fin de recaudar dinero y controlar el flujo de mercadería, han tenido numerosos puestos de control y dueños.
Mohamed Qanyare Afrah fue uno de los señores de la guerra que durante años mantuvo bajo su poder el acceso a Bakara. Cuando logró dominar el país en 2006, la Unión de Cortes Islámicas prohibió la venta de armas en el mercado.
Bajo el fuego de mortero
Como centro de poder económico, Bakara ha padecido innumerables ataques, altercados e incendios provocados y accidentales. Sin embargo, resulta innegable que nunca fue víctima de un acoso tan asfixiante como el que sufrió por parte de las tropas de la Unión Africana en los últimos meses (según cuentan compañeros periodistas, el mercado era un objetivo fijo de los morteros de la fuerza africana). El 12 de mayo, AMISOM lanzó una ofensiva junto a las tropas del Gobierno de Transición. Dos días más tarde, 14 civiles morían por fuego de mortero.
Las consecuencias de esta brutal ofensiva, que terminó por echar a los islamistas del mercado, están presente en cada pared, en cada puerta y cada ventana. Parece no haber fragmento de construcción que no tenga heridas de guerra. En una siguiente visita a Bakara junto a Abdulkadir Moallin Noor, líder de la milica sufí de Ahlu Sunna Waljama’a (ASWJ), sobre la que ya hablamos en este blog, conoceremos el interior de los combates.
Ahora, una tercera impresión. Quizás la más perturbadora de todas: las tiendas de Bakara se encuentran cerradas y apenas hay gente en la calle. No hay latido ni movimiento en el que fue desde su creación el corazón comercial de Mogadiscio.

En un hospital de Mogadiscio

22 septiembre 2011
En la sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio apenas se escuchan llantos. Tan devastador es el efecto del hambre en los niños que dan la impresión de poner todas sus energías en el más elemental y necesario de nuestros actos: respirar.
Sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
Un niño se cae de la cama. Su padre lo abraza y lo levanta. La cabeza del pequeño cuelga como un peso muerto, como una marioneta a la que le han cortado los hilos.
Moscas. Ojos entrecerrados, con las pupilas en blanco. Bocas abiertas. Bolsas de suero de las que salen tubos que terminan en los brazos de los niños. Colchones de cuero agrietado. Más moscas.
Uno de los médicos del hospital, Abdul Hassan, nos dice que en aquella sala mueren cada día dos niños como consecuencia de la malnutrición. De barba larga y pelo cortado al raz, es un voluntario que ha llegado desde Jartum, Sudán. Utiliza un traductor, un joven estudiante de medicina somalí, para comunicarse con la gente.
Sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
La mayor parte de los cooperantes que hemos encontrado estos días, y que venían en el avión desde Nairobi, son de países musulmanes. Los turcos dirigen el campo de desplazados próximo al aeropuerto. Azerbaiyán firma la ayuda que se entrega a las tiendas en Sayidka. Los egipcios reparten comida en los suburbios de la ciudad. Antes sólo veías a occidentales al frente de estas labores.
Tiene que ver con la seguridad, con el caos que impera en esta ciudad, pero quizás se trate de otro signo del cambio que está experimentando nuestro mundo, de esta nueva etapa multipolar, donde los países del sur ya están teniendo mucho que decir y que hacer en los asuntos globales, con Turquía como referente y modelo a seguir de los países árabes.
De España, como siempre destaca el trabajo de Médicos Sin Fronteras (MSF), que lleva años desarrollando una extraordinaria labor en Somalia, y que cuenta con su propio hospital en Mogadiscio.
Sala de pediatría del hospital Benadir de Mogadiscio, Somalia. Septiembre 2011 (Hernán Zin)
Los familiares que acompañan a los niños en la sala de pediatría del hospital también parecen absortos, extenuados. Nos cuentan que han tardado días para llegar desde las zonas controladas por Al Shabab hasta la capital en busca de ayuda.
Y sabemos bien, por lo que hemos visto en estas jornadas de rodaje en Mogadiscio, que inclusive el tránsito por la propia ciudad les debe haber sido muy complicado. Puestos de control, escaramuzas, hordas de militares y paramilitares armados que avanzan a toda velocidad en sus camionetas, ataques espóradicos con granadas, bombas caseras. No es un lugar fácil para recorrer por unos campesinos que lo han perdido todo como consecuencia de la sequía y que llevan a su hijo enfermo, moribundo, a cuestas.
Una ocasión no vana para recordar la obra del premio nobel Amartya Sen, que en sus estudios de las principales hambrunas del siglo XX demostró que en todas ellas había suficientes alimentos. El problema era el acceso de la gente a estos recursos, bloqueado como consecuencia de las luchas de poder. Los niños, los ancianos, los pobres, los marginados, los vulnerables, como víctimas al igual que hoy en el hospital Benadir.

La guerra inútil

Desaparecido Cano, el último jefe capaz de preservarles algún aliento ideológico y de mantener la línea de mando unificado, esta guerrilla podría fragmentarse en bandas entregadas al narcotráfico, negocio que derivó en factor determinante del conflicto: la lucha por la tierra, bandera histórica de las Farc, perdió protagonismo frente a la puja por el control del territorio y sus corredores de comercialización de la droga. De modo que la paz pende ahora de la eliminación del tráfico maldito, vale decir, de la despenalización de la droga. En crisis de liderazgo que no hace sino acentuar su derrota estratégica, poco jugo se encontrará en guerrilleros que andan en la guerra por la paga y el negocio, y no por mística revolucionaria. ¿A cambio de qué, comparable a las millonadas del narcotráfico, puede ventilarse una negociación de paz?
Y no es que falte voluntad política; es que las circunstancias han cambiado. Verdad es que Santos debutó en su gobierno con una ambiciosa política de restitución de tierras que él proclama como presupuesto de paz. Con ella mordía en la vieja reivindicación campesina por la tierra que Tirofijo agitó como guerrillero liberal y encarnó después como insurgente comunista. Mordía en la solución de continuidad entre movimiento agrario y lucha armada que nuestra historia ofrece desde el sabotaje a la reforma agraria de 1936. Alfonso Cano declaró entonces que la iniciativa del presidente marchaba en la ruta de la reconciliación. Un año después, el 20 de julio pasado, Santos ratificaba que su gobierno no sólo hablaba de paz, sino que estaba “construyendo las condiciones para la paz”. A lo que Cano respondió en video dirigido a un encuentro de Barrancabermeja que “el diálogo es la ruta”.
Pero desde los años ochenta la tierra empezó a trocarse en factor de guerra. No se la buscaba ya apenas como medio de vida de campesinos enfrentados a terratenientes. Para protegerse de la guerrilla, muchos ganaderos, hacendados y narcotraficantes se armaron en autodefensas. Entraba en su apogeo el mercado negro de la droga. Ahora los contendientes perseguían el control militar del territorio y de la población, y aseguraban así la logística del negocio de narcóticos. El conflicto armado había tomado un rumbo nuevo: saltaba de la lucha por la tierra “para quien la trabaja” a la disputa del territorio entre ejércitos ilegales financiados por el narcotráfico. Dura realidad que no podrá enderezarse con la sola restitución de tierras a las víctimas. Si paz se quiere, habrá que desmontar el narcotráfico, que es el combustible de la guerra. Propósito mayúsculo que rompe nuestras fronteras patrias y debería incorporarse a la diplomacia de Colombia en todos los foros internacionales. Empezando por sumarse a la exigencia de intervenir los paraísos fiscales, meca del sistema financiero internacional que capta por narcotráfico cada año 350 mil millones de dólares, según cálculos conservadores del FMI. Se comprenderá por qué de allí viene la más ruda oposición a la despenalización de la droga.
He aquí la carta de un lector llamado ‘Otty’ a La Silla Vacía: “Esto que está ocurriendo no es una guerra, es una trágica tontería. No creo que haya nadie en las Farc con la grandeza de asumir la derrota y dirigir y negociar la capitulación. No creo que haya nadie en el Estado con la grandeza de asumir que el problema de la violencia en Colombia es la formidable economía marginal, cuyo mayor componente es el narcotráfico. Las Farc son una parte más bien residual de (aquella)”. Residual en el conjunto, sí, pero el narcotráfico nutre casi por entero a esta guerrilla. Mientras siga vivo, seguirá la guerra. Como siguió con las autodefensas “desmovilizadas” que reencarnaron en bacrim, hoy aliadas de frentes enteros de las Farc.

martes, 8 de noviembre de 2011

Frases Celebres

Creer que un enemigo débil no puede dañarnos, es creer que una chispa no puede incendiar el bosque.

Muslih-Ud-Din Saadi

La definición literal de guerra es una lucha entre dos imperios, la definición inteligente es, simplemente, TEMOR.

Máximo Chalbaud

La guerra no consiste en morir por tu patria, sino en hacer que esos malditos bastardos mueran por la suya.

General Patton

Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo.

Voltaire

Sólo los muertos ven el final de la guerra.

Platón

Más hermoso parece el soldado muerto en la batalla que sano en la huida.

Miguel de Cervantes Saavedra

El mantenimiento de la paz comienza con la autosatisfacción de cada individuo.

Dalai Lama

Las conferencias de desarme son los ejercicios contra incendios de los pirómanos.

John Osborne

Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia.

Anónimo

FILOSOFÍA PARA LA PAZ

Frente al argumento del poder y las armas para imponer la paz, la filosofía se propone como medio real y eficaz para tal fin.
¿Pero es que aún existe la filosofía? Se preguntarán muchos de ustedes. La filosofía es el análisis de lo que es, de la entidad real de las cosas y las relaciones; y por ello, desentrañada y olvidada, la filosofía es argumento para la promoción de la paz desde la paz.
El recurso a la violencia para establecer la paz ficticia mediante una estructura de relaciones de dominio, se ha mostrado en la historia como un medio a la larga ineficaz para establecer una paz duradera, porque las relaciones de dominio, de por sí, coartan la libertad, pasión humana que hasta ser restablecida genera la una gran inestabilidad social.
La moderna sociología de los hechos consumados y la paz efímera se choca de frente con un siglo XX, el más sanguinario de la historia humana. Quienes han asumido las diversas formas de monopolio del poder para construir la paz estable han originado los mayores atentados a la paz conocidos en la historia. Marxismos y fascismos predicando liberación, paz y justicia han originado represión, guerra y muerte.
La paz sólo puede ser instaurada por el establecimiento de las relaciones de justicia entre los ciudadanos de los diversos pueblos, y para desentrañar la verdadera naturaleza de lo que en verdad corresponde a las relaciones de justicia se precisa cada día más el auxilio de la filosofía social.
Hacer filosofía primordialmente es poner al hombre frente a su responsabilidad intelectual para interpretar el mundo, su naturaleza, la entidad de los seres, sus relaciones... La filosofía es la ciencia que propugna desentrañar la verdad que se esconde tras de cada acción de la naturaleza, y desde ahí elaborar criterios para construir las relaciones sociales en el marco de la justicia. En la medida que el hombre se inhibe del análisis de las condiciones de verdad de la realidad que le rodea, y decide sólo en función de su interés o conveniencia, contribuye al progreso de la inercia del poder, que se constituye garante de esos intereses.
En los últimos tiempos se ha desentrañado la evidencia de que la garantía para la paz que supone la democracia lo es en función de los valores que desarrolla la sociedad. El mero sistema de representación, como estructura, garantiza el ejercicio del poder por las mayorías, pero ello no impide, como se ha demostrado en la historia reciente, el que triunfen mayorías que para la defensa de sus intereses apuestan por actitudes violentas de represión y dominio.
El verdadero proyecto de construcción de la paz no puede sino sustentarse en la asunción personal de valores, lo que no es socialmente posible sin una cultura de los valores y sin una educación en los valores de solidaridad que construyan relaciones de servicio y justicia entre los ciudadanos.
El análisis de lo que una actitud tiene de valor no puede desentrañarse sino de una prospección filosófica, que aflore las condiciones de verdad que esa actitud presenta y la naturaleza de las relaciones en que debe realizarse.
Retomar para la educación la perspectiva de la responsabilidad del comportamiento de cada ciudadano y no la sumisión a las decisiones de los grupos de poder es otro de los factores que favorecen a la paz e incomoda a los partidarios de las estructuras de dominio. El divorcio entre la racionalidad del hombre crítico y la sumisión a los dictados sociológicos es una realidad cada día más evidente en los sectores culturalmente más desarrollados.
La propaganda sociológica que pretende caracterizar las actitudes de las personas se muestra como uno de los medios más contundentes sobre la libertad de la conducta humana. Cuando estos mensajes llevan implícitos el recurso o la justificación de la violencia o de cualquier actitud de dominio de clase o grupo, si las personas a quien van dirigidas no cuentan con el recurso de criterios filosóficos básicos, con dificultad podrán discernir sobre la repercusión de los mismos en las relaciones sociales y por tanto sobre la construcción de la paz.

Los filósofos de la guerra

No tema el lector toparse aquí con un indigerible y seudoerudito comentario y las consabidas citas de Clausewitz, Sun Tzu, Maquiavelo, Lidell Hart o el barón de Jomini, ya que todos ellos, en mayor o menor medida, han filosofado sobre la guerra.

Los que ahora discuten a veces sobre asuntos bélicos no lo hacen desde la reflexión “sobre los principios generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad”, ateniéndose a lo que el Diccionario de la RAE tiene por “filosofar”. En realidad, eso les trae sin cuidado. Además, no imagine el lector que estos nuevos filósofos de la guerra trabajan en el silencio de las bibliotecas o en los claustros universitarios, abismados en sus reflexiones.

Su forma de operar tiene otras modalidades y sus objetivos son también distintos. Hace un par de semanas tuvo lugar en la Casa Blanca una sesión filosófica de este tipo, presidida por Bush, con la participación de los principales mandos militares implicados en la ocupación militar de Iraq. Algunos de éstos, para dar más aire de modernidad al acontecimiento, intervinieron desde Bagdad por videoconferencia.

Sus objetivos están también muy lejos del pensamiento puro que se atribuye a los que se adentran por el camino del amor a la sabiduría. En realidad, se reducen a uno: cómo salir del atolladero en el que la “arrogancia y la estupidez” de EEUU han metido al presidente Bush, a los ciudadanos de ese país y, por extensión, a toda la humanidad, tras invadir Iraq y ocuparlo durante más de tres años, sumiéndolo en el caos, fomentando las actividades terroristas y aumentando la inestabilidad en tan crítica zona del planeta.

Un inciso obligado: nadie vea en los vocablos arriba entrecomillados la menor muestra de lo que erróneamente se suele llamar antiamericanismo. Me he limitado a reproducir las expresiones que utilizó hace pocos días un funcionario estadounidense del Bureau of Near Eastern Affairs (Oficina de Asuntos de Oriente Próximo) en unas declaraciones televisadas: “Pienso que hay sobradas razones para una fuerte crítica porque indudablemente EEUU mostró arrogancia y estupidez en Iraq”. Digamos que luego pidió excusas por haberse ido de la lengua, poniendo así en peligro su empleo, pero esto no cambia mucho la cuestión. Ambas expresiones, desde hace ya algún tiempo, también han servido para calificar, en estas columnas, a la estrategia seguida desde el 2003 por la nefasta coalición militar que se puso en marcha tras el ultimátum de las Azores.

El principal nuevo filósofo de la guerra (quien, por cierto, también manifestó públicamente que su filósofo preferido era Jesucristo), es decir, el presidente Bush, no pareció muy afectado por las opiniones reticentes de sus jefes militares y se expresó así: “Nuestro objetivo en Iraq es claro e inmutable. Nuestro objetivo es la victoria”. Claro está que el verdadero objetivo es evitar la debacle electoral en los inminentes comicios. Pero de eso no se habla. La frase más inteligible que produjo la filosófica reunión fue de este tipo: “ajustamos nuestras tácticas para lograr los objetivos”.

Lástima que a la reunión no acudiera Michael Schwartz, profesor universitario y prolífico colaborador en los medios de comunicación sobre el conflicto de Iraq. Porque uno de sus últimos trabajos sí es un esfuerzo intelectual sobre la presencia militar de EEUU en Iraq, basado en las “Paradojas de la contrainsurgencia”, apuntadas en un proyecto de nuevo reglamento táctico para el Ejército y la Infantería de Marina. Son nueve, que se resumen de este modo:



  1. Cuanto más se proteja a la fuerza militar, menos seguro se estará.

  2. Cuanto más fuerza se utiliza, menos eficaz resulta.

  3. La más eficaz contrainsurgencia se basa en el uso de la menor fuerza y la mayor aceptación de riesgos.

  4. A veces, la mejor respuesta es no hacer nada.
  5. Las mejores armas de la contrainsurgencia son las que no disparan.

  6. Es mejor que el país ocupado haga algo bastante bien a que nosotros [EEUU] lo hagamos muy bien.

  7. Si un tipo de táctica tiene éxito hoy, quizá no lo tenga la semana que viene; si sirve en una provincia, quizá no valga en otra.

  8. El éxito táctico no garantiza nada.

  9. La mayoría de las decisiones importantes no las toman los generales.

Nada de esto se dijo en la conferencia de Bush, que sólo produjo banalidades. Las nueve paradojas citadas son discutibles, pero conviene saber en qué razonamientos se sustentan. Tanto Bush como los lectores de ESTRELLA DIGITAL que entiendan inglés pueden reflexionar sobre la guerra visitando la dirección de Internet donde se halla el texto original:

www.tomdispatch.com/index.mhtml?emx=x&pid=130105.
Sin pretender emular a los filósofos de la guerra arriba citados, éstas son las cuestiones sobre las que conviene reflexionar hoy, visto el fracaso al que han conducido los procedimientos actuales aplicados por el Pentágono.

NOTAS SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA GUERRA

Tocar temas relacionados con la paz, implica por oposición referirse a la guerra. Esta puede ser comprendida, como lo era en los primeros pueblos germánicos una de las actividades en donde el sujeto podía ostentar coraje, valentía y ciertas habilidades; requisitos todos ellos indispensables para asegurarse un buen paso hacia “el más allá”. El prestigio y el miedo, estaban presentes a la hora de presentarse en el campo, como hoy también lo sigue estando. El respaldo divino funcionaba como mecanismo compensatorio ante la posibilidad de ser derrotado.
La trascendencia de la vida, estaba inextricablemente vinculada a la muerte y a la guerra como forma de llegar a ella. Las valkirias eran aquellas doncellas las cuales se llevaban a los caídos cuya suerte estaba echada (incluso) antes de la contienda. Toda su base social y sus criterios de ordenamiento en la vida cotidiana, se basaban en las hazañas demostradas en el campo de batalla. Quienes demostraban cobardía en las batallas, no sólo eran despreciados por su tribu, sino por sus dioses. (Meunier, 2006)



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Korstanje, M.:
Notas sobre la filosofía de la guerra, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, marzo 2008. www.eumed.net/rev/cccss/0712/mk3.htm


Según los hallazgos de Meunier (2006) y Korstanje (2008), existe una referencia directa entre la adquisición por parte de las tribus germánicas alojadas al sur del Río Rin con la guerra y a la adquisición de Wodan o Voden en los sajones, como Dios de los dioses. A medida que se iba adoptando a la guerra como la industria principal (o forma de producción) se iba modificando no sólo la cosmogonía divina, sino también las propias jurisdicciones y alcances de los dioses. Así, Wodan, Dios Guerrero por excelencia pasó de ser una deidad local de las tribus del sur a ser adorado en toda Germania y Escandinavia (Korstanje, 2008).
Ahora bien, poco tenían que ver esas tribus, en parte respetuosas de la naturaleza y sus fenómenos, con las sociedades anglosajonas modernas, altamente tecnificadas. En este punto, hay más de Roma en las sociedades modernas que de Germania.
Obviamente, existen antecedentes en la historia sobre guerras y conflictos entre los hombres; aunque parece difícil creer que todo conflicto debe terminar en una guerra; o que el conflicto es el eje de la historia como pensaba Marx (2004). En este sentido, existen mecanismos que pueden intervenir en la regulación de conflictos. Coser nos advierte, que dos partes pueden ver agravados sus intereses cuando más cerca se encuentran entre sí. Un conflicto entre hermanos tiene un impacto de mayor profundidad que entre dos desconocidos. Así, dos partes con una proximidad geográfica y psicológica mayor, tienen mayores posibilidades de llegar a entrar en conflicto, que dos con una distancia superior (Coser, 1961).
Para uno de los precursores de la demografía, Thomas Malthus el hambre y la guerra son fenómenos que se explican por medio de la natalidad y los recursos del suelo. Sociedades o grupos con un alto índice de natalidad y pocos recursos, pronto ser verán en la necesidad de sucumbir o iniciar una expansión territorial. Así, la virtud y el equilibrio se contrapone al vicio y al caos. Pero como su nombre lo indica, la tesis del demógrafo fue sólo un ensayo, una especulación de tipo teórica sin sustento en números o evidencia empírica. (Malthus, 1985)

Por el contrario, el antropólogo inglés Evans-Pritchard a través de sus tesis sobre la segmentación de clanes, afirmaba haber encontrado en el tiempo y el espacio las variables claves en la regulación de los conflictos. Los diferentes linajes Inter-étnicos se unen en contraposición a los conflictos acaecidos con los individuos que forman parte del linaje contrario. A medida que un clan adquiere solidaridad de su par, puede dirigir su hostilidad hacia el exterior. (Evans-Pritchard, 1985)

Pero la realidad social de los Nuer, como pueblo originario de África no parece ser fértil para aplicarse a todos los conflictos en otras sociedades del globo. Para ello, es menester buscar explicaciones con un perfil de mayor universalidad. ¿Qué es lo común que puede observarse en la mayoría de los conflictos bélicos?

Al respecto desde una perspectiva historiográfica, Pitrim Sorokin parece llegar a una conclusión similar en sus investigaciones sobre los orígenes de la guerra. En porcentajes elevados, existe una clara correlación entre la cercanía espacial y los diferentes conflictos bélicos. (Sorokin, 1962). Si bien, existen elementos que condicionan la lealtad hacia el grupo y la valoración de la propia autoestima en relación al conflicto con el exterior, lo cierto es que muchas veces es la misma distancia la que permite resolver los conflictos. En efecto, Boulding sostiene que cuando no están dadas las condiciones estructurales para regular la diferencia de intereses, evitarse se torna la mejor opción. (Boulding, 1962)

La simulación del conflicto, funciona como un mecanismo dual; el cual por un lado sigue la dinámica propia del conflicto en cuanto a la exacerbación del propio grupo y sus valores, la impermeabilidad de la posición del otro y su forma de estar en el mundo; aunque por el otro, al no ser un conflicto real sino fingido, sus consecuencias adquieren un impacto mucho menor. Los cruces diplomáticos, o las discusiones internacionales son parte de este mecanismo, el cual intenta mermar los efectos propios del conflicto bélico directo por medio de la aplicación normativa conjunta.
Es decir, en el conflicto fingido existe un aviso que invita a los demás a mediar sin más interés que la misma mediación. Podríamos decir, que el conflicto tiene como función profiláctica, evitar uno de dimensiones mayores o incluso ser revertido hasta lograr un grado de cohesión mayor.
Si trabajamos sobre esta idea, la filosofía del conflicto adquiere una naturaleza similar a la del dolor. En efecto, su percepción por más desagradable que nos parezca, evita que el organismo se siga deteriorando. Si me duele la pierna, porque tengo un problema grave en el tobillo, tengo dos opciones. Una es consumir un medicamento que sirva como analgésico, la otra es acudir a un profesional. Si tomo la primera opción, es posible que el dolor desaparezca, y yo pueda volver a mover mi pierna como antes. Pero una vez, desaparecidos los efectos de la anestesia el problema fisiológico se verá agravado y con él, el recrudecimiento del dolor. La función del dolor, es avisarme de que algo no anda bien con mi pierna. Asimismo, los conflictos fingidos tienen como función prevenir conflictos bélicos directos.
Pero lejos de cualquier tipo de especulación teleológica, el turismo como actividad económica propia del siglo XX y XXI parece ser muy sensible a esta clase de fenómenos sociales. Algunos dirían que el Turismo es una actividad de paz, tema algo polémico si se quiere; lo cierto parece ser que éste demuestra cierta sensibilidad hacia los conflictos sociales entre ellos los bélicos. Pero esto no se da porque los prevenga, sino porque los olvida; pero el olvido es recurrente ya que permite seguir recordando. Parece que el hombre, no sólo es un ser social sino que está orientado a creerse siempre en la senda correcta. Aún en las más deleznables actitudes, creemos que nuestra posición es la correcta. (Riccoeur, 2004)

Un destino turístico como tal, no puede tener reminiscencias históricas o simbólicas; y si las tiene son superfluas, codificadas al servicio del consumo o estereotipadas. Es posible que los museos atraigan a gran cantidad de turistas, pero si se les cuenta la historia real de los procesos que admiran, estos se vean horrorizados y prefieran nunca más regresar. A esto, se lo ha llamado la mercantilización histórica. En este sentido, una memoria mutilada invita a una potencial lucha de intereses.
Asimismo, espacios destinados a reivindicaciones territoriales, historias de conflictos y similares, no se conforman como destinos vacacionales, ya que su dinámica se basa en el hedonismo y no en el sacrificio. Ambas difieren en su constitución por dos motivos principales: el hedonismo extiende las normas ante los deseos del ego, mientras que el sacrificio, ajusta las normas a los deseos del ego. En el primer caso, el resultado deriva del displacer continúo y la inconformidad constante; mientras que en el segundo, el placer se sublima en forma de una figura mucho más sublime: la felicidad. (Scruton, 2001)

Por otro lado, existen motivos diversos y directos que operan en el campo de los conflictos bélicos, desde los económicos como es el caso de escasez en los recursos, como también en el prestigio y el estatus, que genera la búsqueda de hazañas como parámetros de valoración. La aventura de la guerra, parece estar muy involucrada dentro de la Psicología de los hombres y parece también acompañarlos desde su más temprana edad.
En el proceso de socialización existen dos elementos que toman intervención en la construcción del ego: el premio, comprendido como un aliciente con motivo y condiciones específicos, y el castigo, privación propia producto de la desviación a una norma. Paulatinamente, ambos co-orientan las expectativas del ego y su conducta. En parte, las instituciones sociales se basan en esta misma dinámica: legimitidad como forma de castigo normativo y licencia como premio (Lipset, 1988).
La sanción y el aliciente, no sólo despiertan una reacción propia en el sujeto que la recibe, sino que además generan toda una serie de configuraciones sociales de mayor complejidad. Al ser premiado el ego, y en consecuencia los alter reaccionan en forma favorable o adversa dependiendo de los diferentes grados de solidaridad imperantes en el grupo. Esta dinámica, se va a mantener presente durante toda la vida biológica del individuo hasta su adultez, incluso será reproducida en las diferentes pautas culturales. La penalidad grupal fomenta los intentos individualistas mientras que la individual, fomenta la cohesión grupal y el altruismo. Paradójicamente, el premio individual provoca cierto egoísmo mientras que por el contrario, los premios otorgados en forma colectiva, sugieren un refuerzo grupal. Esto no es un hecho casual, sino que se encuentra enraizado en la Psicología socializante del propio agente.
Un niño, no tiene prejuicios o expresa formas deliberadas de violencia, no porque sea niño sino porque no tiene privaciones. Todo su cosmos está puesto para ser explorado. En la dominación política (violenta) existen tres elementos claros: la privación, la recuperación y la posibilidad de volver a ser privado. En la medida, en que el ego comienza a experimentar de ciertas privaciones regula su equilibrio a través de la hostilidad y la agresión hacia lo diferente; lo esencial no es otra cosa que no volver a perderlo. Personas, con un excesivo grado de privación se muestran como temerosas y dogmáticas no porque se los haya despojado sino porque temen que vuelva a suceder. Pero el prejuicio no es el conflicto, y no tener clara esta distinción puede traer consigo problemas de mayor envergadura. (Brown, 1998)

Freud, parecía observar algo similar en la neurosis del juego, donde el sujeto repite en forma neurótica aquella conducta que le ha causado un trauma interno; aun cuando su biologisismo fue seriamente criticado (Freud, 1988). Por el contrario, en el frankfurtiano Erich Fromm la hostilidad tiene estrecha relación con el miedo y éste con las emociones (Fromm, 1987). En la competencia, y el juego el individuo se conforma así mismo y al hacerlo se retroalimenta en cuanto a la perspectiva y el rol del otro. Sea en la solidaridad como en el conflicto, el sujeto alterna castigo y premio en sus perspectivas y las de su medio; sin embargo uno y otro no pueden comprenderse sino es en un contexto definido. Así, como en un juego también en una guerra se gana o se pierde, para el pensamiento popular, aunque en la realidad ganar o perder son sólo palabras que se vinculan a una forma idiomática e ideológica de construcción identitaria específica; y cuyo significado obedece a estructuras sociales macro-sociológicas.
En contextos de escasez, los alicientes o premios pueden funcionar como formas cohesionantes que crean lazos de solidaridad profunda. Así, como pensaba Durkheim en su obra el suicidio la hostilidad del medio hacia el grupo puede funcionar en forma profiláctica provocando que los miembros vuelquen sus expectativas hacia las normas de grupo (Durkheim, 2004).
Pero en contextos de abundancia, la solidaridad de los grupos puede no estar necesariamente condicionada por los alicientes sino por las privaciones. Un signo de privación, o castigo sobre un individuo que se desenvuelve en contextos de abundancia, lejos de provocar solidaridad, crea apatía y rechazo. A saber, que quien más gana más desea ganar. El grado de tolerancia hacia la frustración habla más de las veces que se ha perdido que se ha triunfado. La teoría de la curva J sostiene cuando la privación se origina bruscamente luego de prolongadas etapas de prosperidad, las reacciones violentas de los grupos son mayores, en comparación con grupos cuyas limitaciones son constantes. (Brown, 1998)

En la antigüedad, los pueblos le daban a sus guerras un carácter netamente religioso. Antes de acudir a ella, los sacerdotes debían llevar a cabo rígidos rituales y conducir procesos de adivinación para consultar a los Dioses sobre los resultados de la misma. Ir a una guerra, implicaba que el Dios propio estaba en acuerdo con ella. Pero a medida, que los procesos capitalistas de producción masiva fueron entrando en escena, no sólo se profesionalizaron los ejércitos y su forma de practicar la guerra, sino también las razones para hacer uso de ellos. El grado de privaciones (en cualquier sentido) de la antigüedad llevaba a la idea de una fuerte cohesión comunitaria. Si bien los roles era adscriptos ya que el agente no tenía posibilidades de trascenderlos, su posición con respecto al grupo, se podría decir, era altruista. Con los diferentes procesos y sobre todo con el advenimiento del capitalismo, se pasó de una sociedad agraria a una industrial, cuyos valores ya no eran la condición de nacimiento sino la posibilidad de posesión. El tener llegó a convertirse, en el valor principal de la sociedad pre y post capitalista industrial de los siglos XIX, XX y XXI. Finalmente, con la modernidad y la revolución tecnológica, las sociedades fueron experimentando cambios profundos en cuanto a sus valores culturales y religiosos.
Se ha pasado así, de la necesidad de tener a la de re-tener. Este hecho se ve muy claramente, a los intentos científicos por retener y extender la vida biológica del hombre. En la actualidad, existen diversos objetos fetiches que coadyuvan en la mercantilización de la guerra, como el deporte y el turismo.
De esta forma, ambos se conforman como mecanismos (modernos) profilácticos que alejan a los pueblos de la guerra directa. Pero la era de la comodidad (por carente de privaciones) trae también (paradójicamente) conflicto y caos (guerra) como lo hacía la religión en las épocas antiguas. La privación (por ínfima que fuera) en períodos de abundancia adquiere una tensión mayor que en épocas de escasez.
La necesidad, propia del hombre al equilibrio pero también a su desmedida ambición explicaría esta dualidad en relación a la paz y al conflicto. Hobbes, estaba convencido, de que el hombre por un lado tiene una tendencia a tomar lo que el otro posee; hecho que genera en sí una lucha de todos contra todos, pero a la vez muestra un temor a la pérdida. Si partimos de la base, de que quiero aquello que tiene el otro, otro querrá lo que es mío. Y si esto es así, entonces seré despojado de mi objeto. Para que ello no suceda, todos los hombres deben depositar la autoridad en un tercero, el Leviatán. Esta clase de regulación normativa, era para el filósofo inglés la explicación de la aparición de Estado (Hobbes, 2004).
Si tomamos como válidos los postulados de Hobbes, concluiremos que el conflicto es parte inherente a la solidaridad. Pero no sólo eso, sino que además tienen su origen en el principio de posesión material. En este sentido, los alicientes y las privaciones (en cuanto a su relación ambiental) – como formas efectivas de posesión y privación- deben ser estudiadas como variables fundamentales en el génesis de la guerra y de la paz.
Ya León Trotsky sugirió “siempre que alguien tiene algo para repartir, primero piensa en sí mismo”.
Clifford Geertz, en Negara, sostuvo que tras la celebración de convenios pueden coexistir intereses totalmente particulares (políticos) que se predisponen a la celebración de los mismos no por un tema de cooperación, sino de conquista o ambición territorial. En efecto, el incumplimiento de un pacto puede justificar y ameritar una agresión compensatoria. Esto nos sugiere, que tras la pantalla de ciertos mecanismos que parecen altruistas como lo puede ser el intercambio comercial pueden surgir los deseos más egoístas. ¿Es la guerra un acto expiatorio y ritual por compensación?.
Malinowski (1994) en su obra Magia, Ciencia y Religión expuso una tesis por demás interesante. La necesidad de trascendencia divina, se da inevitablemente con la presencia de la muerte; no por su propia esencia ya que es natural a la vida, sino por lo imprevisto de su aparición. Ante la pérdida repentina de un ser cercano, el dolor es tan grande, que mediante ciertos rituales expiatorios (en este caso la religión) los agentes se aseguran de que no vuelva a ocurrir. Lo que impacta no es la muerte en sí, sino su naturaleza impredecible. En análoga situación, podemos considerar al conflicto bélico como un rito de compensación de similar naturaleza a la religión. En la guerra, las sociedades intentan prevenir la escasez y la privación o ajustar ciertos mecanismos que por algún u otro motivo están siendo disfuncionales para el propio orden político, aunque inexorablemente la fomenten. ¿Qué explicaciones pueden realizarse en los abordajes de Mircea Eliade al tema?, ¿tiene la guerra una explicación científica en el mito?

Según este autor, los mitos y sus rituales obedecen a una necesidad humana elemental, la esencia de la creación y el cultivo del suelo para una posterior renovación por medio de la expiación y la destrucción, destruir para crear, y crear para destruir se complementan en una dinámica presente en la mayorías de las religiones. Esto no es otra cosa, que una plegaria por la seguridad en el medio de subsistencia. (Eliade, 2006)